Page 84 - Un-mundo-feliz-Huxley
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con  su  indignísima  mano  aquella…?  No,  no  se  atrevió.  El  ave  era  demasiado
                  peligrosa. La mano retrocedió, y cayó, lacia. ¡Cuán hermosa era Lenina! ¡Cuán
                  bella!
                        Luego,  de  pronto,  John  se  encontró  pensando  que  le  bastaría  coger  el
                  tirador de la cremallera, a la altura del cuello, y tirar de él hacia abajo, de un
                  solo golpe… Cerró los ojos y movió con fuerza la cabeza, como un perro que se
                  sacude  las  orejas  al  salir  del  agua.  ¡Detestable  pensamiento!  John  se  sintió
                  avergonzado de sí mismo. «Pura modestia de vestal…»
                        Se  oyó  un  zumbido  en  el  aire.  ¿Otra  mosca  que  pretendía  robar  gracias
                  inmortales?  ¿Una  avispa,  acaso?  John  miró a  su  alrededor,  y  no  vio  nada.  El
                  zumbido fue en aumento, y pronto resultó evidente que se oía en el exterior. ¡El
                  helicóptero! Presa de pánico, John saltó sobre sus pies y corrió al otro cuarto,
                  saltó por la ventana abierta y corriendo por el sendero que discurría entre las
                  altas pitas llegó a tiempo de recibir a Bernard Marx en el momento en que éste
                  bajaba del helicóptero.
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