Page 81 - Un-mundo-feliz-Huxley
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Se levantó el mechón de pelo rubio que le cubría la frente, dejando al
descubierto una cicatriz pálida que aparecía en su sien derecha.
Bernard miró y se apresuró a cambiar de tema.
—¿Te gustaría ir a Londres con nosotros? —preguntó, iniciando así el
primer paso de una campaña cuya estrategia había empezado a elaborar en
secreto desde el momento en que, en el interior de la casucha, había
comprendido quién debía ser el padre de aquel joven salvaje. ¿Te gustaría?
El rostro del muchacho se iluminó.
—¿Lo dices en serio?
—Claro; es decir, suponiendo que consiguiera el permiso.
—¿Y Linda también?
—Bueno…
Bernard vaciló. ¡Aquella odiosa criatura! No, era imposible. A menos que…
De pronto, se le ocurrió a Bernard que la misma repulsión que Linda inspiraba
podía constituir un buen triunfo.
—Pues, ¡claro que sí! —exclamó, esforzándose por compensar su vacilación
con un exceso de cordialidad.
—¡Pensar que pudiera realizarse el sueño de toda mi vida! ¿Recuerdas lo
que dice Miranda?
—¿Quién es Miranda?
Pero, evidentemente, el joven no había oído la pregunta.
—¡Oh, maravilla! —decía.
Sus ojos brillaban y su rostro ardía.
—¡Cuántas y cuán divinas criaturas hay aquí! ¡Cuán bella humanidad!
Su sonrojo se intensificó súbitamente; John pensaba en Lenina, en aquel
ángel vestido de viscosa color verde botella, reluciente de juventud y de crema
cutánea, llenita y sonriente. Su voz vaciló:
—¡Oh, maravilloso nuevo mundo! —empezó; pero de pronto se
interrumpió; la sangre había abandonado sus mejillas; estaba blanco como el
papel—. ¿Estás casado con ella? —preguntó.
—¿Si estoy qué?
—Casado. ¿Comprendes? Para siempre. Los indios, en su lengua lo dicen
así: Para siempre. Un lazo que no puede romperse.
—¡Oh, no, por Ford!
Bernard no pudo por menos de reír.
John rió también, pero por otra razón. Rió de pura alegría.
—¡Oh, maravilloso nuevo mundo! —repitió—. ¡Oh, maravilloso nuevo
mundo que alberga tales criaturas! ¡Vayamos allá!
—A veces hablas de una manera muy rara —dijo Bernard, mirando al joven
con asombro y perplejidad—. Por otra parte, ¿no sería más prudente que
esperaras a ver ese nuevo mundo?