Page 63 - El Príncipe
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Quien examine, pues, detenidamente las acciones de Severo, verá que fue
un feroz león y un zorro muy astuto, y advertirá que todos le temieron y
respetaron y que el ejército no lo odió; y no se asombrará de que él,
príncipe nuevo, haya podido ser amo de un imperio tan vasto, porque su
ilimitada autoridad lo protegió siempre del odio que sus depredaciones
podían haber hecho nacer en el pueblo.
Pero Antonino, su hijo, también fue hombre, de cualidades que lo hacían
admirable en el concepto del pueblo y grato en el de los soldados. Varón de
genio guerrero, durísimo a la fatiga, enemigo de la molicie y de los placeres
de la mesa, no podía menos de ser querido por todos los soldados. Sin
embargo, su ferocidad era tan grande e inaudita que, después de
innumerables asesinatos aislados, exterminó a gran parte del pueblo de
Roma y a todo el de Alejandría. Por este motivo se hizo odioso a todo el
mundo, empezó a ser temido por los mismos que lo rodeaban y a la postre
fue muerto por un centurión en presencia de todo el ejército. Conviene notar
al respecto no está en manos de ningún príncipe evitar esta clase de
atentados, producto de la firme decisión de un hombre de carácter, porque
al que no le importa morir no le asusta quitar la vida a otro., pero no los
tema el príncipe, pues son rarísimos, y preocúpese, en cambio, por no
inferir ofensas graves a nadie que esté junto a él para el servicio del Estado.
Es lo que no hizo Antonino, ya que, a pesar de haber asesinado en forma
ignominiosa a un hermano del centurión, y de amenazar a éste diariamente
con lo mismo, lo conservaba en su guardia particular: tranquilidad temeraria
que tenía que traerle la muerte, y se la trajo.
Pasemos a Cómodo, a quien, por ser hijo de Marco y haber recibido el
imperio en herencia, fácil le hubiera sido conservarlo, dado que con sólo
seguir las huellas de su padre hubiese tenido satisfecho a pueblo y ejército.
Pero fue un hombre cruel y brutal que, para desahogar su ansia de rapiña
contra el pueblo, trató de captarse la benevolencia de las tropas
permitiéndoles toda clase de licencias; por otra parte, olvidado de la
dignidad que investía, bajo muchas veces a la arena para combatir con los
gladiadores y cometió vilezas incompatibles con la majestad imperial, con
lo cual se acarreó el desprecio de los soldados. De modo que, odiado por un
grupo y aborrecido por el otro, fue asesinado a consecuencia de una
conspiración.
Nos quedan por examinar las cualidades de Maximino. Fastidiadas las
tropas por la inactividad de Alejandro, de quien ya he hablado, elevaron al