Page 62 - El Príncipe
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capricho para satisfacerlo, pues entonces las buenas acciones serían tus
enemigas.
Detengámonos ahora en Alejandro, hombre de tanta bondad que, entre
los elogios que se le tributaron, figura el de que en catorce años que reinó
no hizo matar a nadie sin juicio previo; pero su fama de persona débil y que
se dejaba gobernar por su madre le acarreó el desprecio de los soldados, que
se sublevaron y lo mataron.
Por el contrario, Cómodo, Severo, Antonio Caracalla y Maximino fueron
ejemplos de crueldad y despotismo llevados al extremo. Para congraciarse
con los soldados, no ahorraron ultrajes al pueblo. Y todos, a excepción de
Severo, acabaron mal. Severo, aunque oprimió al pueblo, pudo reinar
felizmente en mérito al apoyo de los soldados y a sus grandes cualidades,
que lo hacían tan admirable a los ojos del pueblo y del ejército que éste
quedaba reverente y satisfecho, y aquél, atemorizado y estupefacto. Y como
sus acciones fueron notables para un príncipe nuevo, quiero explicar
brevemente lo bien que supo proceder como zorro y como león, cuyas
cualidades, como ya he dicho, deben ser imitadas por todos los príncipes.
Enterado de que el emperador Juliano era un cobarde, Severo convencía
al ejército que estaba bajo su mando en Esclavonia de que era necesario ir a
Roma para vengar la muerte de Pertinax, a quien los pretorianos habían
asesinado. Y con este pretexto, sin dar a conocer sus aspiraciones al
imperio, condujo al ejército contra Roma y estuvo en Italia antes que se
hubiese tenido noticia de su partida. Una vez en Roma, dio muerte a
Juliano; y el Senado, lleno de espanto, lo eligió emperador. Pero para
adueñarse del Estado quedaban aún a Severo dos dificultades. la primera en
Oriente, donde Níger, jefe de los ejércitos asiáticos, se habla hecho
proclamar emperador; la segunda en Occidente, donde se hallaba Albino,
quien también tenía pretensiones al imperio. Y como juzgaba peligroso
declararse a la vez enemigo de los dos, resolvió atacar a Níger y engañar a
Albino, para lo cual escribió a éste que, elegido emperador por el Senado,
quería compartir el trono con él; le mandó el título de césar y, por acuerdo
del Senado, lo convirtió en su colega, distinción que Albino aceptó sin
vacilar. Pero una vez que hubo vencido y muerto a Níger, y pacificadas las
cosas en Oriente, volvió a Roma y se quejó al Senado de que Albino,
olvidándose de los beneficios que le debía, había tratado vilmente de
matarlo, por lo cual era preciso que castigara su ingratitud. Fue entonces a
buscarlo a las Galias y le quitó la vida y el Estado.