Page 31 - El Príncipe
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                Capítulo


                Del principado civil



                Trataremos  ahora  del  segundo  caso;  aquel  en  que  un  ciudadano  no  por
                crímenes  ni  violencia;  sino  gracias  al  favor  de  sus  compatriotas,  se
                convierte en príncipe. El Estado así constituido puede llamarse principado
                civil. El llegar a él no depende por completo de los méritos o de la suerte;

                depende, más bien, de una cierta habilidad propiciada por la fortuna, y que
                necesita, o bien del apoyo del pueblo, o bien del de los nobles. Porque en
                toda  ciudad  se  encuentran  estas  dos  fuerzas  contrarias,  una  de  las  cuales
                lucha  por  mandar  y  oprimir  a  la  otra,  que  no  quiere  ser  mandada  ni
                oprimida. Y del choque de las dos corrientes surge uno de estos tres efectos:
                o principado, o libertad, o licencia.

                   El Principado pueden implantarlo tanto el pueblo como los nobles, según
                que la ocasión se presente a uno o a otros. Los nobles, cuando comprueban
                que no pueden resistir al pueblo, concentran toda la autoridad en uno de
                ellos y lo hacen príncipe, para poder, a su sombra, dar rienda suelta a sus
                apetitos. El pueblo, cuando a su vez comprueba que no puede hacer frente a
                los grandes, cede su autoridad a uno y lo hace príncipe para que lo defienda.
                Pero el que llega al principado con la ayuda de los nobles se mantiene con

                más dificultad que el que ha llegado mediante el apoyo del pueblo, porque
                los que lo rodean se consideran sus iguales, y en tal caso se le hace difícil
                mandarlos  y  manejarlos  como  quisiera.  Mientras  que  el  que  llega  por  el
                favor popular es única autoridad, y no tiene en derredor a nadie o casi nadie
                que no esté dispuesto a obedecer. Por otra parte, no puede honradamente
                satisfacer a los grandes sin lesionar a los demás; pero, en cambio, puede

                satisfacer al pueblo, porque la finalidad del pueblo es más honesta que la de
                los grandes, queriendo éstos oprimir, y aquél no ser oprimido.
                   Agréguese  a  esto  que  un  príncipe  jamás  podrá  dominar  a  un  pueblo
                cuando lo tenga por enemigo, porque son muchos los que lo forman; a los
                nobles, como se trata de pocos, le será fácil. Lo peor que un príncipe puede
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