Page 27 - El Príncipe
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                Capítulo


                De los que llegaron al principado mediante

                crímenes



                Pero puesto que hay otros dos modos de llegar a príncipe que no se pueden
                atribuir enteramente a la fortuna o a la virtud, corresponde no pasarlos por
                alto, aunque sobre ellos se discurra con más detenimiento donde se trata de

                las repúblicas. Me refiero, primero, al caso en que se asciende al principado
                por un camino de perversidades y delitos; y después, al caso en que se llega
                a ser príncipe por el favor de los conciudadanos. Con dos ejemplos, uno
                antiguo  y  otro  contemporáneo,  ilustraron  el  primero  de  estos  modos,  sin
                entrar a profundizar demasiado en la cuestión, porque creo que bastan para
                los que se hallan en la necesidad de imitarlos.
                   El siciliano Agátocles, hombre no sólo de condición oscura, sino baja y

                abyecta,  se  convirtió  en  rey  de  Siracusa.  Hijo  de  un  alfarero,  llevó  una
                conducta  reprochable  en  todos  los  períodos  de  su  vida;  sin  embargo,
                acompañó siempre sus maldades con tanto ánimo y tanto vigor físico que
                entrado  en  la  milicia  llegó  a  ser,  ascendiendo  grado  por  grado,  pretor  de
                Siracusa. Una vez elevado a esta dignidad, quiso ser príncipe y obtener por
                la  violencia,  sin  debérselo  a  nadie,  lo  que  de  buen  grado  le  hubiera  sido

                concedido. Se puso de acuerdo con el cartaginés Amílcar, que se hallaba
                con sus  ejércitos en Sicilia, y una mañana reunió al pueblo y al Senado,
                como si tuviese que deliberar sobre cosas relacionadas con la república, y a
                una  señal  convenida  sus  soldados  mataron  a  todos  los  senadores  y  a  los
                ciudadanos mis ricos de Siracusa. Ocupó entonces y supo conservar como
                príncipe aquella ciudad, sin que se encendiera ninguna guerra civil por su
                causa. Y aunque los cartagineses lo sitiaron dos veces y lo derrotaron por

                último,  no  sólo  pudo  defender  la  ciudad,  sino  que,  dejando  parte  de  sus
                tropas para que contuvieran a los sitiadores, con el resto invadió el África; y
                en  poco  tiempo  levantó  el  sitio  de  Siracusa  y  puso  a  los  cartagineses  en
                tales aprietos, que se vieron obligados a pactar con él, a conformarse con
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