Page 26 - El Príncipe
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modo  que  lo  favorezcan  de  buen  grado  o  lo  ataquen  con  recelos;  el  que
                juzgue indispensable hacer todo esto, digo, no puede hallar ejemplos más
                recientes  que  los  actos  del  duque.  Sólo  se  lo  puede  criticar  en  lo  que

                respecta a la elección del nuevo pontífice, porque, si bien no podía hacer
                nombrar a un papa adicto, podía impedir que lo fuese este o aquel de los
                cardenales,  y  nunca  debió  consentir  en  que  fuera  elevado  al  Pontificado
                alguno de los cardenales a quienes había ofendido o de aquellos que, una
                vez papas, tuviesen que temerle. Pues los hombres ofenden por miedo o por
                odio. Aquellos a quienes había ofendido eran, entre otros, el cardenal de
                San Pedro, Advíncula, Colonna, San Jorge y Ascanio; todos los demás, si

                llegados  al  solio,  debían  temerle,  salvo  el  cardenal  de  Amboise  dado  su
                poder, que nacía del de Francia, y los españoles ligados a él por alianza y
                obligaciones reciprocas. Por consiguiente, el duque debía tratar ante todo de
                ungir  papa  a  un  español,  y,  a  no  serle  posible,  aceptar  al  cardenal  de
                Arnboise antes que el de San Pedro Advíncula. Pues se engaña quien cree
                que  entre  personas  eminentes  los  beneficios  nuevos  hacen  olvidar  las

                ofensas antiguas. Se equivocó el duque en esta elección, causa última de su
                definitiva ruina.
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