Page 24 - El Príncipe
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excesiva  autoridad,  que  podía  hacerse  odiosa,  y  creó  en  el  centro  de  la
                provincia, bajo la presidencia de un hombre virtuosísimo, un tribunal civil
                en el cual cada ciudadano tenia su abogado. Y como sabía que los rigores

                pasados habían engendrado algún odio contra su persona, quiso demostrar,
                para aplacar la animosidad de sus súbditos y atraérselos, que, si algún acto
                de crueldad se había cometido, no es debía a él, sino a la salvaje naturaleza
                del ministro. Y llegada la ocasión, una mañana lo hizo exponer en la plaza
                de Cesena, dividido en dos pedazos clavados en un palo y con un cuchillo
                cubierto de sangre al lado. La ferocidad de semejante espectáculo dejó al
                pueblo a la vez satisfecho y estupefacto. Pero volvamos al punto de partida.

                Encontrábase  el  duque  bastante  poderoso  y  a  cubierto  en  parte  de  todo
                peligro  presente,  luego  de  haberse  armado  en  la  necesaria  medida  y  de
                haber  aniquilado  los  ejércitos  que  encerraban  peligro  inmediato,  pero  le
                faltaba,  si  quería  continuar  sus  conquistas,  obtener  el  respeto  del  rey  de
                Francia, pues sabía que el rey, aunque advertido tarde de su error, trataría de
                subsanarlo.  Empezó  por  ello  a  buscarse  amistades  nuevas,  y  a  mostrarse

                indeciso con los franceses cuando estos se dirigieron al reino de Nápoles
                para  luchar  contra  los  españoles  que  sitiaban  a  Gaeta.  Y  si  Alejandro
                hubiese vivido aún, su propósito de verse libre de ellos no habría tardado en
                cumplirse.  Este  fue  su  comportamiento  en  lo  que  se  refiere  a  los  hechos
                presentes. En cuanto a los futuros, tenía sobre todo que evitar que el nuevo
                sucesor en el Papado fuese enemigo suyo y le quitase lo que Alejandro le
                había  dado.  Y  pensó  hacerlo  por  cuatro  medios  distintos:  primero,

                exterminando  a  todos  los  descendientes  de  los  señores  a  quienes  había
                despojado,  para  que  el  papa  no  tuviera  oportunidad  de  restablecerlos.
                Segundo, atrayéndose a todos los nobles de Roma, para oponerse, con su
                ayuda,  a  los  designios  del  papa.  Tercero,  reduciendo  el  Colegio  a  su
                voluntad, hasta donde pudiese. Cuarto, adquiriendo tanto poder, antes que el
                papa muriese, que pudiera por sí mismo resistir un primer ataque. De estas

                cuatro  cosas,  ya  había  realizado  tres  a  la  muerte  de  Alejandro,  la  cuarta
                estaba concluida. Porque señores despojados mató a cuantos pudo alcanzar,
                y  muy  pocos  se  salvaron;  y  contaba  con  nobles  romanos  ganados  a  su
                causa; y en el Colegio gozaba de gran influencia. Y por lo que toca a las
                nuevas conquistas, tramaba apoderarse de Toscana, de la cual ya poseía a
                Perusa y Piombino, aparte de Pisa, que se había puesto bajo su protección.
                Y en cuanto no tuviese que guardar mis miramientos con los franceses (que

                de hecho no tenia por qué guardárselos, puesto que ya los franceses habían
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