Page 21 - El Príncipe
P. 21
7
Capítulo
De los principados nuevos que se adquieren con
armas y fortuna de otros
Los que sólo por la suerte se convierten en príncipes poco esfuerzo
necesitan para llegar a serlo, pero no se mantienen sino con muchísimo. Las
dificultades no surgen en su camino, porque tales hombres vuelan, pero se
presentan una vez instalados. Me refiero a los que compran un Estado o a
los que lo obtienen como regalo, tal cual sucedió a muchos en Grecia, en las
ciudades de Jonia y del Helesponto, donde fueron hechos príncipes por
Darío a fin de que le conservasen dichas ciudades para su seguridad y
gloria; y como sucedió a muchos emperadores que llegaban al trono
corrompiendo los soldados. Estos príncipes no se sostienen sino por la
voluntad y la fortuna —cosas ambas mudables e inseguras— de quienes los
elevaron; y no saben ni pueden conservar aquella dignidad. No saben
porque, si no son hombres de talento y virtudes superiores, no es
presumible que conozcan el arte del mando, ya que han vivido siempre
como simples ciudadanos; no pueden porque carecen de fuerzas que puedan
serles adictas y fieles. Por otra parte, los Estados que nacen de pronto, como
todas las cosas de la naturaleza que brotan y crecen precozmente, no pueden
tener raíces ni sostenes que los defiendan del tiempo adverso; salvo que
quienes se han convertido en forma tan súbita en príncipes se pongan a la
altura de lo que la fortuna ha depositado en sus manos, y sepan prepararse
inmediatamente para conservarlo, y echen los cimientos que cualquier otro
echa antes de llegar al principado.
Acerca de estos dos modos de llegar a ser príncipe -por méritos o por
suerte-, quiero citar dos ejemplos que perduran en nuestra memoria: el de
Francisco Sforza y el de César Borgia. Francisco, con los medios que
correspondían y con un gran talento, de la nada se convirtió en duque de
Milán, y conservó con poca fatiga lo que con mil afanes había conquistado.
En el campo opuesto, César Borgia, llamado duque Valentino por el vulgo,