Page 21 - El Príncipe
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                Capítulo


                De los principados nuevos que se adquieren con

                armas y fortuna de otros



                Los  que  sólo  por  la  suerte  se  convierten  en  príncipes  poco  esfuerzo
                necesitan para llegar a serlo, pero no se mantienen sino con muchísimo. Las
                dificultades no surgen en su camino, porque tales hombres vuelan, pero se

                presentan una vez instalados. Me refiero a los que compran un Estado o a
                los que lo obtienen como regalo, tal cual sucedió a muchos en Grecia, en las
                ciudades  de  Jonia  y  del  Helesponto,  donde  fueron  hechos  príncipes  por
                Darío  a  fin  de  que  le  conservasen  dichas  ciudades  para  su  seguridad  y
                gloria;  y  como  sucedió  a  muchos  emperadores  que  llegaban  al  trono
                corrompiendo  los  soldados.  Estos  príncipes  no  se  sostienen  sino  por  la
                voluntad y la fortuna —cosas ambas mudables e inseguras— de quienes los

                elevaron;  y  no  saben  ni  pueden  conservar  aquella  dignidad.  No  saben
                porque,  si  no  son  hombres  de  talento  y  virtudes  superiores,  no  es
                presumible  que  conozcan  el  arte  del  mando,  ya  que  han  vivido  siempre
                como simples ciudadanos; no pueden porque carecen de fuerzas que puedan
                serles adictas y fieles. Por otra parte, los Estados que nacen de pronto, como
                todas las cosas de la naturaleza que brotan y crecen precozmente, no pueden

                tener  raíces  ni  sostenes  que  los  defiendan  del  tiempo  adverso;  salvo  que
                quienes se han convertido en forma tan súbita en príncipes se pongan a la
                altura de lo que la fortuna ha depositado en sus manos, y sepan prepararse
                inmediatamente para conservarlo, y echen los cimientos que cualquier otro
                echa antes de llegar al principado.
                   Acerca de estos dos modos de llegar a ser príncipe -por méritos o por
                suerte-, quiero citar dos ejemplos que perduran en nuestra memoria: el de

                Francisco  Sforza  y  el  de  César  Borgia.  Francisco,  con  los  medios  que
                correspondían y con un gran talento, de la nada se convirtió en duque de
                Milán, y conservó con poca fatiga lo que con mil afanes había conquistado.
                En el campo opuesto, César Borgia, llamado duque Valentino por el vulgo,
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