Page 19 - El Príncipe
P. 19

adquirido  o  fundado  reinos;  y  si  juzgamos  sus  hechos  y  su  gobierno,
                hallaremos que no deslucen ante los de Moisés, que tuvo tan gran preceptor.
                Y si nos detenemos a estudiar su vida y sus obras, descubriremos que no

                deben a la fortuna sino el haberles proporcionado la ocasión propicia, que
                fue el material al que ellos dieron la forma conveniente. Verdad es que, sin
                esa  ocasión,  sus  méritos  de  nada  hubieran  valido;  pero  también  es  cierto
                que,  sin  sus  méritos,  era  inútil  que  la  ocasión  se  presentara.  Fue,  pues,.
                necesario que Moisés hallara al pueblo de Israel esclavo y oprimido por los
                egipcios  para  que  ese  pueblo,  ansioso  de  salir  de  su  sojuzgamiento,  se
                dispusiera  a  seguirlo.  Se  hizo  menester  que  Rómulo  no  pudiese  vivir  en

                Alba y estuviera expuesto desde su nacimiento, para que llegase a ser rey de
                Roma y fundador de su patria. Ciro tuvo que ver a los persas descontentos
                de  la  dominación  de  los  medas,  y  a  los  medas  flojos  e  indolentes  como
                consecuencia de una larga paz. No habría podido Teseo poner de manifiesto
                sus virtudes si no hubiese sido testigo de la dispersión de los atenienses. Por
                lo  tanto,  estas  ocasiones  permitieron  que  estos  hombres  realizaran

                felizmente sus designios, y, por otro lado, sus méritos permitieron que las
                ocasiones rindieran provecho, con lo cual llenaron de gloria y de dicha a sus
                patrias.
                   Los  que,  por  caminos  semejantes  a  los  de  aquéllos,  se  convierten  en
                príncipes  adquieren  el  principado  con  dificultades,  pero  lo  conservan  sin
                sobresaltos.  Las  dificultades  nacen  en  parte  de  las  nuevas  leyes  y
                costumbres  que  se  ven  obligados  a  implantar  para  fundar  el  Estado  y

                proveer a su seguridad. Pues debe considerarse que no hay nada más difícil
                de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más peligroso de manejar,
                que el introducir nuevas leyes. Se explica: el innovador se transforma en
                enemigo de todos los que se beneficiaban con las leyes antiguas, y no se
                granjea  sino  la  amistad  tibia  de  los  que  se  beneficiarán  con  las  nuevas.
                Tibieza en éstos, cuyo origen es, por un lado, el temor a los que tienen de su

                parte a la legislación antigua, y por otro, la incredulidad de los hombres,
                que  nunca  fían  en  las  cosas  nuevas  hasta  que  ven  sus  frutos.  De  donde
                resulta  que,  cada  vez  que  los  que  son  enemigos  tienen  oportunidad  para
                atacar,  lo  hacen  enérgicamente,  y  aquellos  otros  asumen  la  defensa  con
                tibieza, de modo que se expone uno a caer con ellos. Por consiguiente, si se
                quiere analizar bien esta parte, es preciso ver si esos innovadores lo son por
                si mismos, o si dependen de otros; es decir, si necesitan recurrir a la súplica

                para  realizar  su  obra,  o  si  pueden  imponerla  por  la  fuerza.  En  el  primer
   14   15   16   17   18   19   20   21   22   23   24