Page 18 - El Príncipe
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Capítulo
De los principados nuevos que se adquieren con
las armas propias y el talento personal
Nadie se asombre de que, al hablar de los principados de nueva creación y
de aquellos en los que sólo es nuevo el príncipe, traiga yo a colación
ejemplos ilustres. Los hombres siguen casi siempre el camino abierto por
otros y se empeñan en imitar las acciones de los demás. Y aunque no es
posible seguir exactamente el mismo camino ni alcanzar la perfección del
modelo, todo hombre prudente debe entrar en el camino seguido por los
grandes e imitar a los que han sido excelsos, para que, si no los iguala en
virtud, por lo menos se les acerque; y hacer como los arqueros
experimentados, que, cuando tienen que dar en blanco muy lejano, y dado
que conocen el alcance de su arma, apuntan por sobre él, no para llegar a
tanta altura, sino para acertar donde se lo proponían con la ayuda de mira
tan elevada.
Los principados de nueva creación, donde hay un príncipe nuevo, son
más o menos difíciles de conservar según que sea más o menos hábil el
príncipe que los adquiere. Y dado que el hecho de que un hombre se
convierta de la nada en príncipe presupone necesariamente talento o suerte,
es de creer que una u otra de estas dos cosas allana, en parte, muchas
dificultades. Sin embargo, el que menos ha confiado en el azar es siempre el
que más tiempo se ha conservado en su conquista. También facilita
enormemente las cosas el que un príncipe, al no poseer otros Estados, se
vea obligado a establecerse en el que ha adquirido. Pero quiero referirme a
aquellos que no se convirtieron en príncipes por el azar, sino por sus
virtudes. Y digo entonces que, entre ellos, loa más ilustres han sido Moisés,
Ciro, Rómulo, Teseo y otros no menos grandes. Y aunque Moisés sólo fue
un simple agente de la voluntad de Dios, merece, sin embargo, nuestra
admiración, siquiera sea por la gracia que lo hacia digno de hablar con
Dios. Pero también son admirables Ciro y todos los demás que han