Page 29 - El Extranjero
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Albert Camus                                               El extranjero


               los once meses que duró la instrucción, puedo decir que estaba casi asombrado de que mis
               únicos regocijos hubiesen sido los raros momentos en los que el juez me acompañaba hasta
               la puerta del despacho, palmeándome el hombro, y diciéndome con aire cordial: «Basta por
               hoy, señor Anticristo.» Entonces me ponían nuevamente en manos de los gendarmes.





































































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