Page 20 - El Extranjero
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Albert Camus El extranjero
Bostecé y el viejo me anunció que iba a marcharse. Le dije que podía quedarse y que
lamentaba lo que había sucedido al perro. Me lo agradeció. Me dijo que mamá quería
mucho al perro. Al referirse a ella la llamaba «su pobre madre». Suponía que debía de
sentirme muy desgraciado desde que mamá murió, pero no respondí nada. Me dijo
entonces, muy rápidamente y con aire molesto, que sabía que en el barrio me habían
juzgado mal porque había puesto a mi madre en el asilo, pero él me conocía y sabía que
quería mucho a mamá. Respondí, aún no sé por qué, que hasta ese instante ignoraba que se
me juzgase mal a este respecto, pero que el asilo me había parecido una cosa natural desde
que no tenía bastante dinero para cuidar a mamá. «Por otra parte», agregué, «hacía mucho
tiempo que no tenía nada que decirme y que se aburría sola.» «Sí», me dijo, «y en el asilo
por lo menos se hacen compañeros». Luego se disculpó. Quería dormir. Su vida había
cambiado ahora y no sabía exactamente qué iba a hacer. Por primera vez desde que le
conocía, me tendió la mano con gesto furtivo y sentí las escamas de su piel. Sonrió
levemente y antes de partir me dijo: «Espero que los perros no ladrarán esta noche.
Siempre me parece que es el mío.»
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