Page 97 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 97

—Sí —afirmó Naoko—. Desde hace rato se me está clavando aquí y me hace daño.
                   Me aparté un poco.
                   —¿Está mejor así?
                   —Sí, gracias.
                   —Escucha, Naoko...
                   —¿Qué?
                   —Me gustaría que lo hicieras.
                   —Bien. —Esbozó una sonrisa.
                   Me bajó la cremallera de los pantalones y asió mi pene erecto.
                   —Está caliente —dijo.
                   Se disponía a mover la mano cuando la detuve, le desabotoné la blusa, le rodeé la espalda con
               mis brazos, le desabroché el sujetador. Besé sus suaves pechos. Naoko cerró los ojos y empezó a
               mover los dedos despacio.
                   —Lo haces bastante bien.
                   —Sé buen chico y estate callado.

                   Después de eyacular la abracé y volví a besarla. Naoko se abrochó el sujetador y se abotonó
               la blusa, y yo me subí la cremallera de los pantalones.
                   —¿Ahora estarás más cómodo?—preguntó Naoko.
                   —Gracias a ti —respondí.
                   —Entonces, si te apetece, podemos pasear.
                   —Como quieras.
                   Cruzamos el prado, el bosque y el otro prado. Mientras andábamos, Naoko me habló de la
               muerte de su hermana mayor. No lo había comentado con nadie hasta ese día, pero que a mí
               debía contármelo.
                   —Nos llevábamos seis años y nuestro carácter era muy distinto, pero, a pesar de ello, nos
               queríamos con locura —explicó Naoko—. Jamás nos peleamos. Quizás influía la diferencia de
               edad.
                   »Mi hermana era de esas personas que son siempre las mejores en todo. La mejor estudiante,
               la mejor en los deportes, tenía don de gentes, capacidad de liderazgo, era amable y honesta, lo
               que  la  hacía  muy  popular  entre  los  chicos,  y  los  profesores  la  mimaban.  Todos  le  reían  las
               gracias. En todas las escuelas públicas hay siempre una chica así. Pero, y no lo digo porque fuera
               mi hermana, no era una niña consentida, altiva y orgullosa, y no le gustaba atraer las miradas de
               la gente. Simplemente, hiciera lo que hiciese era siempre la mejor.
                   »Por eso mismo, desde niña decidí ser como ella. —Naoko hizo girar una espiga de susuki
               entre los dedos—. Que no te extrañe. Crecí oyéndole decir a todo el mundo lo inteligente que era
               mi hermana, lo buena deportista, lo popular. Me hice a la idea de que jamás conseguiría superarla
               en nada. La verdad es que yo no era más guapa que ella, pero mis padres decidieron hacer de mí
               una  niña  mona.  En  primaria  me  apuntaron  a  aquella  escuela,  me  compraron  vestidos  de
               terciopelo, blusas de volantes, zapatos de charol, fui a clases de piano y de ballet... Gracias a todo
               esto,  mi  hermana  me  mimó  muchísimo.  ¡Su  preciosa  hermanita!  Me  compraba  golosinas,  me
               llevaba a todas partes, me ayudaba con los deberes. Incluso me llevaba con ella a las citas con su
               novio. Era una hermana maravillosa.
                   «Nadie supo las razones que la llevaron  al  suicidio.  Igual  que Kizuki.  También ella tenía
               diecisiete años, y nada permitía suponer que fuera a suicidarse; tampoco ella dejó una nota. Igual
               que Kizuki.
                   —Eso parece —dije.
   92   93   94   95   96   97   98   99   100   101   102