Page 95 - Tokio Blues - 3ro Medio
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Tocó Scarborough Fair hasta el final al tiempo que tarareaba la melodía. Los tres
aplaudimos, y ella, ceremoniosa, inclinó la cabeza.
—Hace tiempo, cuando tocaba los conciertos de Mozart, me aplaudían mucho más.
La chica de la cafetería le dijo que si tocaba Here Comes the Sun, de los Beatles, la tienda la
invitaba al granizado. Reiko levantó el pulgar e hizo el signo de okey. La cantó acompañándose
de la guitarra. Tenía una voz ronca, posiblemente a causa de fumar demasiado, pero cantaba con
personalidad. Mientras escuchaba la canción, contemplando las montañas y bebiendo cerveza,
tuve la sensación de que el sol iba a salir de un momento a otro. Fue una sensación muy dulce y
cálida.
Cuando terminó de cantar Here Comes the Sun, Reiko le devolvió la guitarra a la chica y le
pidió que sintonizara de nuevo la radio. A Naoko y a mí nos dijo que diéramos un paseo.
—Yo me quedaré aquí escuchando la radio y charlando con ella. Conque volváis dentro de
una hora, antes de las tres, ya está bien.
—¿No está prohibido que estemos solos? —pregunté.
—Lo está, pero hagamos la vista gorda. No me gusta hacer de carabina y me apetece
descansar un rato. Yo solita. Además, has venido hasta aquí desde muy lejos, tendrás un montón
de cosas que contarle. —Reiko se llevó otro cigarrillo a los labios.
—Vámonos —me susurró Naoko levantándose.
Me puse en pie y la seguí. El perro se desperezó y fue tras nosotros, pero pronto desistió y
volvió al porche. Andamos por un camino llano que corría a lo largo de la empalizada. De vez en
cuando, Naoko me tomaba de la mano o entrelazaba su brazo con el mío.
—Igual que en el pasado —comentó.
—Que en el pasado no. Fue en la primavera de este mismo año. —Me reí—. Hacíamos esto
hasta esta misma primavera. Si fuera el pasado, diez años atrás corresponderían a la historia
antigua.
—Pues parece historia antigua. Perdona por lo de ayer. Me puse nerviosa, no sé por qué. Y tú
que habías venido a verme... Me sabe mal.
—No importa. Tal vez deberíamos exteriorizar más nuestras emociones. Si quieres, puedes
mostrármelas. Así nos conoceremos mejor.
—Si llegas a entenderme, ¿qué sucederá entonces?
—Eso no lo tienes muy claro, ¿verdad? No se trata de lo que pueda suceder. En este mundo
hay a quien le gusta saber los horarios de los medios de transporte y se pasa el día
comprobándolos. También hay quien hace barcos de un metro de largo encolando palillos. Por lo
tanto, no es tan raro que haya por lo menos una persona que quiera entenderte, ¿no te parece?
—¿Como una especie de pasatiempo? —dijo Naoko divertida.
—Si quieres, puedes llamarlo así. En general, las personas lo llaman simpatía o amor, pero si
tú quieres llamarlo pasatiempo puedes hacerlo.
—¿A ti también te gustaba Kizuki?
—Por supuesto —respondí.
—¿Y Reiko?
—Me encanta. Es una buena persona.
—¿Por qué te gusta siempre este tipo de gente? —preguntó Naoko—. Todos somos personas
que nos hemos doblado en algún punto, que nos hemos torcido, que no hemos podido
mantenernos a flote y nos hemos hundido deprisa. Yo, Kizuki, Reiko. A todos nos ha ocurrido lo
mismo. ¿Por qué no te gusta la gente corriente?