Page 84 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 84

sin que me diera cuenta. No podía creer que todo fuera mentira. Nadie hubiera podido imaginar
               que una chica tan guapa mintiera sobre cosas tan insignificantes. Al menos yo no pude. Escuché
               sus mentiras durante un año y medio sin sospechar nada. Sin saber que se lo había inventado todo
               de cabo a rabo. Increíble.
                   —¿Qué clase de mentiras decía?
                   —De todo tipo. —Reiko sonrió con sarcasmo—. Cuando alguien miente una vez, luego tiene
               que seguir mintiendo para encubrir esa primera mentira. A eso lo llaman mitomanía. Pero, en el
               caso de los mitómanos, las mentiras que cuentan son inofensivas, y la mayoría de la gente que los
               rodea se da cuenta. Pero esta chica era diferente. Mentía para protegerse a sí misma y, para ello,
               hacía daño a los demás sin pestañear. Además, utilizaba a cualquiera que estuviera a su alcance.
               Mentía según quién fuera  su interlocutor. A las personas  que pudieran descubrirla fácilmente,
               como su madre o sus amigas, no les mentía, y cuando no le quedaba más remedio que hacerlo,
               tomaba infinitas precauciones. Nunca les decía ninguna mentira susceptible de ser descubierta. Si
               la  descubrían,  se  inventaba  una  excusa  o  pedía  perdón  con  voz  suplicante  y  las  lágrimas
               saltándole de sus bonitos ojos. Nadie podía enfadarse con ella.

                   »Sigo sin entender por qué me eligió a mí. ¿Me eligió como una víctima más o, más bien,
               para que la ayudara? Hoy todavía no lo sé. Tanto da. Ya todo ha terminado y así es como han ido
               las cosas.
                   Hubo un breve silencio.
                   —Ella me repitió lo que había dicho su madre. Me dijo que, al pasar por delante de casa, me
               había oído tocar el piano y que se había emocionado, que me había visto por la calle y que me
               admiraba. Me sonrojé. ¿Aquella chica, hermosa como una muñeca, me admiraba? Pero eso no
               creo que fuera mentira. Yo pasaba de los treinta y no era tan bonita e inteligente como ella, ni
               tampoco poseía un talento especial. Pero había algo en mi interior que la atraía. Tal vez algo que
               a ella le faltaba. Por eso había despertado su interés. Ésta es la conclusión a la que he llegado. Y,
               oye, no estoy presumiendo.
                   —Ya me lo imagino —dije.
                   —Trajo  unas  partituras  y  me  preguntó  si  podía  tocarlas.  Le  respondí  que  sí.  Y  tocó  una
               Invención de Bach. ¡Qué interpretación tan interesante! ¿O debería decir extraña? En todo caso,
               no  era  normal.  No  era  una  interpretación  correcta.  La  chica  jamás  había  estudiado  en  una
               academia, había tomado clases en días alternos, así que tocaba muy a su aire. El sonido no era
               pulido. En los exámenes de ingreso en el conservatorio la hubieran suspendido inmediatamente.
               Pero se hacía escuchar. Los pasajes más importantes se hacían escuchar. ¡Una Invención de Bach,
               nada menos! Eso hizo que empezara a sentir interés hacia ella.  «¿Quién será esa chica?», me
               decía.
                   »Con todo, el mundo está lleno de chicas que tocan a Bach muchísimo mejor que ella. Las
               hay que lo tocan veinte veces mejor. Pero sus interpretaciones raramente tienen contenido. Son
               vacías. En su caso, en cambio, la técnica era mala, pero tenía algo que atraía. Al menos a mí.
               Pensé que valía la pena darle clases. Por supuesto, ya era tarde para corregir todos sus errores y
               hacer  de  ella  una  profesional.  Pero  tal  vez  sería  posible  convertirla  en  una  pianista  que  fuera
               capaz de disfrutar tocando el piano, como yo en aquella época, y ahora, claro. Éste fue, al fin y al
               cabo, un deseo vano. Porque no era de esas personas que hacen algo en silencio, para sí mismas.
               Se trataba de una chica que, para provocar la admiración en los demás, utilizaba cualquier medio
               a su alcance y lo calculaba todo minuciosamente. Sabía qué tenía que hacer exactamente para que
               los  demás  la  admiraran  o  la  alabaran.  Y  también  sabía  cómo  tenía  que  tocar  para  llamar  mi
               atención. Todo estaba calculado al detalle. Había practicado la Invención una y otra vez. Saltaba
               a  la  vista.  Con  todo,  incluso  ahora,  que  soy  consciente  de  esto,  sigo  pensando  que  su
   79   80   81   82   83   84   85   86   87   88   89