Page 77 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 77

Naoko enmudeció y clavó la vista en la punta de sus pies. Yo, sin saber qué decir, tomé un
               sorbo de vino.
                   —Watanabe, ¿con cuántas chicas te has acostado? —me susurró como si se le ocurriera de
               repente.
                   —Con ocho o nueve —le respondí honestamente.
                   De pronto, Reiko interrumpió su música y dejó caer la guitarra sobre su regazo.
                   —Pero si aún no has cumplido veinte años. ¿Qué clase de vida llevas? —intervino.
                   Naoko me clavaba sus ojos sin decir palabra. Le expliqué a Reiko que me había acostado con
               aquella primera chica, de quien me había separado a la mañana siguiente. Le conté que no la
               amaba.  También  le  dije  que  después  empecé  a  acostarme  con  desconocidas,  a  instancias  de
               Nagasawa.
                   —No es que quiera excusarme, pero sufría —le reconocí a Naoko—. Verte todas las semanas
               y  hablar  contigo,  sabiendo  que  Kizuki  era  el  único  que  ocupaba  tu  corazón,  me  hacía  sufrir.
               Quizá por eso me he acostado con desconocidas.
                   Naoko, tras sacudir la cabeza varias veces, alzó la cabeza y me miró fijamente.
                   —Recuerdo  que  me  preguntaste  por  qué  no  me  había  acostado  con  Kizuki.  ¿Aún  quieres
               saberlo?
                   —Tal vez sea algo que deba saber —concedí.
                   —Estoy  de  acuerdo  —dijo  Naoko—.  Los  muertos  están  muertos,  pero  nosotros  seguimos
               viviendo.
                   Asentí. Reiko repetía una y otra vez un pasaje difícil.
                   —A mí no me importaba acostarme con él. —Naoko se soltó el pelo y empezó a juguetear
               con  el  pasador  con  forma  de  mariposa—.  Y  él  quería  acostarse  conmigo,  claro.  Así  que  lo
               intentamos muchas veces. Pero fue inútil. No pude hacerlo. Yo no comprendía por qué. Todavía
               no lo entiendo. Amaba a Kizuki, no me importaba perder la virginidad. Hubiera hecho cualquier
               cosa que a él le apeteciera. Pero no pude.
                   Naoko volvió a recogerse el pelo con el pasador.
                   —No  lograba  estar  húmeda  —dijo  Naoko  en  voz  baja—.  No  me  abría.  Y  el  dolor  era
               tremendo.  Estaba  seca,  me  dolía  mucho.  Probamos  de  todo.  Pero  nada  funcionó.  Aunque
               intentara humedecerme con algo, me dolía. Por eso, siempre se lo hice con los dedos, o con los
               labios, ¿comprendes?
                   Asentí en silencio.
                   Naoko contempló la luna al otro lado de la ventana. Era más grande y brillante que antes.
                   —He procurado siempre no hablar de eso, he intentado mantenerlo guardado en mi corazón.
               Pero no me queda otro remedio. No puedo seguir callando. Aún no he podido entenderlo. Porque
               cuando me acosté contigo estaba muy húmeda.
                   —Sí —afirmé.
                   —El día en que cumplí veinte años, ya antes de que tú llegaras estaba húmeda. Y deseé todo
               el tiempo que me abrazaras, que me tomaras entre tus brazos, que me desnudaras, me acariciaras,
               me penetraras. Era la primera vez que sentía algo así. ¿Por qué? ¿Por qué ocurrió entonces? Yo a
               Kizuki lo amaba con toda mi alma.
                   —Y, en cambio, a mí no. ¿Es eso lo que quieres decir?
                   —Perdóname —dijo Naoko—. No quiero herirte, pero debes entenderlo. La relación entre
               Kizuki  y  yo  era  algo  muy  especial.  Nos  conocíamos  desde  los  tres  años.  Crecimos
               comprendiéndonos  el  uno  al  otro.  Nos  besamos  por  primera  vez  en  sexto  de  primaria.  Fue
               maravilloso. Cuando tuve la menstruación, corrí a los brazos de Kizuki y lloré desconsolada. Eso
   72   73   74   75   76   77   78   79   80   81   82