Page 76 - Tokio Blues - 3ro Medio
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no pude reprimir un sentimiento de nostalgia al pensar en la que había perdido. En aquella belleza
ensimismada propia de la adolescencia que había seguido su propio camino y jamás volvería.
Naoko me dijo que quería saber cosas de mi vida. Le hablé de la huelga de la universidad y
de Nagasawa. Era la primera vez que le hablaba de él. Explicar su extraña personalidad, su
particular filosofía de vida y su dudosa moralidad no era nada fácil, pero Naoko pareció entender
lo que trataba de contarle. No le mencioné que salía con él a ligar, pero sí le dije que mi único
amigo de la residencia era un chico especial. Mientras tanto, con la guitarra entre los brazos,
Reiko volvía a tocar la Fuga de antes. Y seguía haciendo pausas para beber unos sorbos de vino o
fumar un cigarrillo.
—Parece un chico muy extraño —dijo Naoko.
—Lo es.
—¿Pero a ti te gusta?
—No estoy seguro —reconocí—. Creo que sí. Es una persona que puede o no gustarte, pero
no pretende agradar a nadie. En este sentido es una persona muy honesta, sin dobleces. Un
estoico.
—Es raro que lo llames estoico, habiéndose acostado con tantas chicas. —Naoko empezó a
reírse—. ¿Con cuántas dice que se ha acostado?
—Con unas ochenta —concreté—. Pero, en su caso, cuanto mayor es el número de mujeres,
menor es el sentido que tiene cada acto individual. Y creo que eso es, justamente, lo que él anda
buscando.
—¿Esto es el estoicismo? —preguntó Naoko.
—Para él, sí.
Naoko se tomó un momento para reflexionar sobre esto último.
—Creo que ese chico está peor que yo —argumentó.
—Tienes razón. Pero él racionaliza sistemáticamente todas las deformaciones que hay en su
interior. Es una persona muy inteligente. Si lo trajeran aquí, saldría a los dos días. Diría: «Esto ya
lo sé», «Aquello también», «Sí, ya entiendo lo que estáis haciendo». Él es así. Y la gente lo
respeta tal como es.
—Yo debo de ser tonta —comentó Naoko—. Aún no entiendo qué hace esta gente aquí. Ni
siquiera me entiendo a mi misma.
—No eres tonta, eres normal. A mí también me ocurre. Hay un montón de cosas de mí
mismo que no entiendo. Esto nos sucede a las personas corrientes.
Naoko puso las dos piernas sobre el respaldo del sofá, las flexionó y apoyó la barbilla en las
rodillas.
—Quiero saber más cosas de ti —me pidió.
—Soy una persona corriente. Nací en una familia corriente, recibí una educación corriente,
tengo unas facciones corrientes, saco unas notas corrientes, pienso en las cosas corrientes —dije.
—¿No era tu admirado Scott Fitzgerald quien decía que uno no puede fiarse de las personas
que se tienen por personas corrientes? Tú me dejaste el libro —soltó Naoko sonriendo con
malicia.
—Es verdad —admití—. Pero lo mío no es una pose. Estoy convencido de ello. Soy una
persona corriente. ¿Tú ves algo en mí que no sea corriente?
—¡Por supuesto! —exclamó Naoko atónita—. ¿Por qué crees que me acosté contigo?
¿Pensabas que estaba borracha y que me fui a la cama contigo como podía haberlo hecho con
cualquiera?
—No —dije.