Page 68 - Tokio Blues - 3ro Medio
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—Lo intentaré —afirmé—. ¿Por qué llevas siete años aquí? Hasta ahora no me ha parecido
               que estés mal.
                   —Durante el día no. —Se le ensombreció el rostro—. Pero al llegar la noche la cosa cambia.
               Me revuelco por el suelo babeando.
                   —¿De verdad?
                   —¡Desde  luego  que  no!  —dijo  inclinando la  cabeza  con  incredulidad—.  Estoy  curada,  al
               menos de momento. Sólo que prefiero quedarme aquí y ayudar a que otros se recuperen. Enseño
               música, cultivo la tierra. Me gusta este sitio. Aquí todos somos amigos. Y, frente a esto, ¿qué hay
               en el mundo exterior? Tengo treinta y ocho años, pronto cumpliré los cuarenta. El caso de Naoko
               es distinto. A mí no me espera nadie, no tengo familia, ni un trabajo que valga la pena, y no tengo
               amigos. Además, llevo siete años aquí. Ya no conozco el mundo. A veces, en la biblioteca leo el
               periódico. Pero, a lo largo de estos siete años, no me he alejado un paso de aquí. Ahora no le veo
               ninguna ventaja al hecho de salir.
                   —Quizá fuera se abra un mundo nuevo para ti. Puedes intentarlo.
                   —Tal vez. —Estuvo unos instantes haciendo girar el encendedor en la palma de su mano—.
               Watanabe, yo también tengo mis motivos para estar aquí. Si quieres, hablaremos de esto en otra
               ocasión.
                   Asentí.
                   —Entonces, ¿Naoko se encuentra mejor?
                   —Eso parece. Al principio estaba muy aturdida y nosotros atábamos preocupados porque no
               sabíamos  qué  hacer. Pero ahora se ha relajado,  habla mucho mejor que antes,  ya es  capaz de
               expresar lo que quiere decir... En fin, una cosa es segura: va en la buena dirección. Pero hubiera
               tenido que recibir tratamiento mucho antes. En su caso, los síntomas empezaron a manifestarse
               cuando se suicidó Kizuki, su novio. Su familia debía de saberlo; ella misma debía de saberlo.
               Con lo que sucedió en su familia...
                   —¿En su familia? —pregunté sorprendido.
                   —¿No sabes nada? —exclamó Reiko más sorprendida todavía.
                   Negué con un gesto de la cabeza.
                   —Esto debes preguntárselo directamente a Naoko. Es mejor. Hay muchas cosas de las que
               quiere hablarte con franqueza. —Reiko volvió a remover el café en la taza y tomó un sorbo—. Y
               luego..., está establecido de esta manera, así que es mejor que lo sepas desde el principio: está
               prohibido que tú y Naoko os veáis a solas. Son las normas. Una persona del exterior no puede
               quedarse a solas con la persona a la que viene a visitar. Tienen que estar acompañados por un
               observador...,  que  en  este  caso  soy  yo.  Lo  siento  mucho,  pero  tendréis  que  soportarme.  ¿De
               acuerdo?
                   —De acuerdo —concedí sonriendo.
                   —No os cortéis y hablad de lo que queráis. Olvidaos de que estoy presente. De todas formas,
               ya sé lo que hay entre vosotros dos.
                   —¿Todo?
                   —Casi  todo  —dijo  Reiko—.  Hacemos  sesiones  en  grupo.  Por  eso  lo  sabemos  casi  todo.
               Además, Naoko y yo hemos hablado de todo lo imaginable. Aquí no hay demasiados secretos.
                   Miré a Reiko mientras tomaba el café.
                   —Si te soy sincero, estoy algo confuso. No sé si en Tokio me porté bien con Naoko. No he
               dejado de pensar en ello, pero todavía no lo sé.
                   —Yo tampoco. Y tampoco lo sabe Naoko. Esto es algo que tendréis que decidir vosotros
               mismos hablando largo y tendido. Estáis a tiempo de encauzar vuestra relación. Eso siempre y
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