Page 67 - Tokio Blues - 3ro Medio
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Aquí no puede estar cualquiera. A las personas que necesitan una terapia especial se las manda a
un hospital especializado. ¿Me sigues?
—Más o menos. ¿Y en qué consiste exactamente esta cura de recuperación?
Reiko exhaló una bocanada de humo y se bebió el resto de zumo de naranja.
—La cura de recuperación es, en sí misma, la vida que llevamos aquí. Horarios fijos,
ejercicio, aislamiento del mundo exterior, tranquilidad, aire puro. Aquí tenemos campos de
cultivo, y casi somos autosuficientes. No hay televisión, ni radio. Parece una comuna de esas que
están de moda. Entrar aquí cuesta bastante dinero, en eso sí es diferente de una comuna.
—¿Tan caro es?
—No es barato. Piensa que las instalaciones están muy bien. Y el terreno es enorme, hay
pocos pacientes, mucha gente de plantilla. Yo, como llevo tanto tiempo aquí y soy medio del
personal, estoy exenta de pagos. Por cierto, ¿te apetece una taza de café?
Respondí afirmativamente. Ella apagó el cigarrillo, se levantó, llenó dos tazas de café de un
termo que había en la barra y las trajo a la mesa. Le puso azúcar al suyo, lo removió con una
cucharita y lo probó haciendo una mueca.
—Este sanatorio no es una empresa con ánimo de lucro —continuó—. Por eso puede
funcionar sin cobrar cuotas muy altas. Todo este terreno lo donó su propietario. Creó una
corporación. Antiguamente, toda esta zona pertenecía a la villa de recreo de este propietario.
Hasta hace unos veinte años. Supongo que habrás visto la antigua villa. Antes sólo estaba aquel
edificio, y allí se reunían los pacientes para hacer terapia de grupo. Si quieres saber cómo empezó
todo, te diré que el hijo de este señor tenía problemas psicológicos y un especialista le recomendó
hacer terapia de grupo. Según las teorías de este doctor, algunas enfermedades mentales podían
curarse si los enfermos vivían en un lugar apartado, ayudándose los unos a los otros, haciendo
trabajo físico y contando, además, con la ayuda de un médico que les aconsejara y controlara las
condiciones físicas en las que se encontraban. Así empezó todo. El centro fue creciendo
paulatinamente, aumentaron los campos de cultivo y, hace cinco años, se construyó el pabellón
principal.
—Veo que la cura de recuperación es efectiva.
—Sí, pero no para todas las enfermedades. Hay muchas personas que no se curan. Pero
muchas otras, a quienes no les habían funcionado otras terapias, aquí se recuperan y hacen vida
normal. Lo mejor es la ayuda mutua. Como todos sabemos que somos imperfectos, intentamos
ayudarnos los unos a los otros. Por desgracia, en otros lugares el médico es el médico, y el
paciente, el paciente. El paciente pide ayuda al médico y éste se la ofrece. Pero aquí nos
ayudamos los unos a los otros. Cada uno es el espejo de los demás. Y los médicos son nuestros
compañeros. Están a nuestro lado, nos observan y corren a ayudarnos cuando lo necesitamos,
pero a veces somos nosotros quienes les ayudamos a ellos. Es decir, en algunos aspectos nosotros
los superamos. Por ejemplo, yo doy clases de piano a algunos médicos, un paciente enseña
francés a las enfermeras, cosas así. Entre las personas que sufren enfermedades como las
nuestras, hay muchas que tienen un gran talento en un campo determinado. Aquí todos somos
iguales. Los pacientes, el personal de plantilla y también tú. Mientras estés aquí, serás uno más,
nosotros te ayudaremos y tú nos ayudarás a nosotros. —Reiko sonrió evidenciando las arrugas de
su rostro—. Tú ayudarás a Naoko y Naoko te ayudará a ti.
—¿Y qué debo hacer?
—En primer lugar, querer ayudar a las personas y pensar que tú también necesitas la ayuda
de los demás. En segundo lugar, ser honesto. No mentir, no disfrazar la verdad, no amañar las
cosas del modo que más te convenga. Nada más.