Page 51 - Tokio Blues - 3ro Medio
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querida compañera. Y lo compadezco. Pero no podía dirigirse a sus hijas y decirles: «¡Ojalá
hubierais muerto vosotras en su lugar!». Es demasiado cruel, ¿no te parece?
—Tienes razón.
—A nosotras eso nos duele. —Midori cabeceó varias veces—. En fin, en mi familia todos
somos un poco raros. Todos tenemos algo que no acaba de encajar.
—Eso parece —reconocí.
—Pero es maravilloso que dos personas se quieran tanto, ¿verdad? ¿Tanto quería a su esposa
para decirles a sus hijas que ojalá hubieran muerto en su lugar?
—Supongo que sí.
—Y luego se fue a Uruguay dejándonos a nosotras dos solas.
Sequé los platos en silencio. Cuando terminé, Midori los colocó en la alacena.
—¿Habéis tenido noticias suyas?
—Este marzo nos envió una postal. Pero no pone nada concreto. Comenta que hace calor,
que la fruta no es tan buena como imaginaba... Ese tipo de cosas. ¡Y encima en la postal salía una
mula! Ese hombre está loco. Ni siquiera dice si ha encontrado a aquel amigo o conocido del
ejército. Hacia el final, parece que se centra y promete que nos llamará para que nos reunamos
con él, pero desde entonces no hemos tenido noticias suyas. Por más que le escribimos, no
responde.
—¿Y tú qué harás si tu padre te pide que te vayas con él a Uruguay?
—Ir. Puede ser interesante, ¿no crees? Mi hermana dice que no va ni muerta. A ella le
horrorizan las cosas dejadas, los lugares sucios.
—¿Tan sucio es Uruguay?
—Mi hermana cree que los caminos están llenos de estiércol con montones de moscas
revoloteando por encima, que no hay agua en las cisternas de los váteres y que hay lagartos y
escorpiones pululando por todas partes. Debe de haberlo visto en alguna película. Odia los
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bichos. A ella lo que le gusta es subir en coches bonitos y pasearse por Shōnan .
—¿Ah, sí?
—¿Qué tiene de malo Uruguay? A mí no me importaría ir.
—¿Quién lleva ahora la tienda?
—Mi hermana, a regañadientes. Un tío mío que vive aquí cerca nos ayuda todos los días y se
encarga del reparto. Yo también colaboro cuando puedo. Además, una librería no da tanto
trabajo, así que vamos tirando. Cuando no podarnos llevarla, bastará con cerrar y venderla. Ésa es
nuestra intención.
—¿Quieres a tu padre?
Midori sacudió la cabeza.
—No demasiado, la verdad.
—Entonces, ¿por qué quieres seguirlo a Uruguay?
—Porque confío en él.
—¿Confías en él?
—Sí, no lo quiero con locura pero confío en él. Confío en mi padre, en una persona que, a
causa del golpe recibido al perder a su esposa, deja su casa, a sus hijas, su trabajo y se marcha por
las buenas a Uruguay. ¿Me entiendes?
Lancé un suspiro.
—No sé qué decirte.
Midori se rió divertida y me dio unos golpecitos en la espalda.
16 Nombre de un lugar de veraneo en la playa. (N. de la T.)