Page 44 - Tokio Blues - 3ro Medio
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la gente compra. Y manuales. Cómo jugar al go, cómo cuidar un bonsai, discursos de boda. Todo
               lo que debes saber sobre la vida sexual, cómo dejar de fumar, etcétera. ¡Ah! Además vendemos
               artículos  de  papelería.  Al  lado  de  la  caja  registradora  hay  apilados  cuadernos,  bolígrafos  y
                                                                                            14
               lápices.  Nada  más  que  eso.  No  encontrarás  Guerra  y  paz,  ni  Sei-teki  Ningen   ni  tampoco El
               guardián entre el centeno. Así es la librería Kobayashi. ¿Qué podían envidiar de ella? ¿A ti te da
               envidia?
                   —La estoy viendo.
                   —Los vecinos vienen a comprar desde siempre. Hacemos repartos a domicilio. Toda la vida
               hemos  tenido  muchos  clientes  y  la  librería  nos  ha  dado  de  comer  a  los  cuatro.  No  tenemos
               deudas. Las dos hijas hemos podido ir a la universidad. Pero no da para más. En casa no hay
               dinero para caprichos. Por eso jamás debieron llevarme a esa escuela. Eso únicamente nos hizo
               desgraciados. Cada vez que había un gasto extra, mis padres rezongaban; cuando salía con mis
               amigas del colegio e íbamos a tomar algo a un sitio caro, yo temía que no me alcanzase el dinero.
               Una manera miserable de vivir. ¿Tu familia es rica?
                   —No. Somos una familia trabajadora, ni rica ni pobre. Supongo que mis padres hacen un
               esfuerzo por enviar a su hijo a una universidad privada de Tokio, pero, como sólo me tienen a mí,
               no  es  tan  grave.  No  me  mandan  mucho  dinero,  así  que  trabajo  a  media  jornada.  Somos  una
               familia de lo más normal. Tenemos un pequeño jardín, un Toyota Corolla...
                   —¿Y de qué trabajas?
                   —Trabajo  tres  noches  por  semana  en  una  tienda  de  discos  de  Shinjuku.  Es  un  trabajo
               sencillo. Tengo que vigilar la tienda.
                   —¡Vaya! —dijo Midori—. Yo pensaba que nunca habías tenido problemas de dinero. No sé
               por qué. Por la pinta, supongo.
                   —De hecho, nunca he pasado estrecheces. Pero no me sobra el dinero. Como a la mayoría de
               la gente.
                   —En mí escuela la mayoría de la gente era rica. —Posó las manos sobre su regazo con las
               palmas vueltas hacia arriba—. Ese era el problema.
                   —A partir de ahora te hartarás de ver mundos distintos.
                   —¿Cuál crees que es la mayor ventaja de ser rico?
                   —No lo sé.
                   —Poder  decir  que  no  tienes  dinero.  Por  ejemplo,  yo  iba  y  le  proponía  hacer  algo  a  una
               compañera  de  clase.  Entonces  ella  me  decía:  «No  puedo.  No  tengo  dinero».  Yo,  en  cambio,
               hubiera sido incapaz de decir lo mismo. Si yo decía «No tengo dinero», era porque no lo tenía.
               ¡Patético! Igual que una chica guapa puede decir: «Hoy me veo tan horrorosa que no me apetece
               salir». Eso mismo, en boca de una chica fea, da risa. Éste fue mi mundo durante seis años, hasta
               el año pasado.
                   —Ya lo olvidarás —dije.
                   —Quiero olvidarlo pronto. Cuando entré en la universidad, me quité un peso de encima. Ver
               a gente normal por todas partes.
                   Durante un momento curvó los labios en una sonrisa y se acarició el pelo con la palma de la
               mano.
                   —¿Trabajas? —le pregunté.



               14  Título de un libro de Kenzaburó Oe inédito en español. El título podría traducirse, literalmente, como El hombre
               sexual. En Japón fue editada en el año 1963, en la revista Shinchō. (N. de la T.)
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