Page 26 - Tokio Blues - 3ro Medio
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novia. Conseguir ese permiso no era fácil, pero, por lo visto, Nagasawa tenía paso franco, y yo, si
               él lo pedía, también.
                   Nagasawa tenía una novia formal desde el primer año de universidad. Se llamaba Hatsumi y
               tenía  su  misma  edad.  Yo  la  había  visto  algunas  veces  y  me  había  parecido  una  chica  muy
               agradable. No era una belleza, sino que su aspecto era más bien anodino. Al principio me extrañó
               que Nagasawa saliera con una chica tan poco vistosa, pero en cuanto crucé unas palabras con ella
               me gustó. Era tranquila, inteligente, considerada, tenía sentido del humor y vestía siempre con
               elegancia. A mí me encantaba Hatsumi y pensaba que, si tuviera una novia como ella, no iría
               acostándome con mujeres estúpidas. Yo a ella le caía bien, e insistía en presentarme a alguna
               chica más joven del club de estudiantes de su universidad para que saliéramos los cuatro, pero no
               quería  repetir  los  errores  del  pasado  y  siempre  me  zafaba  con  alguna  excusa.  La  universidad
               donde estudiaba Hatsumi era conocida por reunir a las hijas de las familias más ricas, con quienes
               no creía tener nada en común.
                   Ella intuía que Nagasawa se acostaba con otras chicas, pero jamás se lo reprochó. Lo amaba
               con locura y no quería presionarlo lo más mínimo.
                   —No me merezco una mujer así —decía Nagasawa.
                   Y yo estaba de acuerdo con él.

                   En invierno encontré un trabajo de media jornada en una tienda de discos de Shinjuku. No
               pagaban  demasiado,  pero  el  trabajo  era  ameno  y  no  me  suponía  un  gran  esfuerzo  pasar  tres
               noches por semana en la tienda. Además, podía comprar discos con descuento. En Navidad le
               regalé  a  Naoko  uno  de  Henry  Mancini  que  incluía  su  adorada  Dear  Heart.  Se  lo  envolví  yo
               mismo y le puse una cinta roja. Naoko, por su parte, me obsequió con unos guantes de lana que
               había tricotado para mí. El dedo gordo era un poco corto pero, lo que es calentar, calentaban.
                   —Perdona. Soy muy torpe —se disculpó sonrojándose.
                   —No importa. Me van perfectos —le dije enseñándole los guantes puestos.
                   —Al menos no tendrás que meterte las manos en los bolsillos —añadió.
                   Naoko no volvió a Kobe durante las vacaciones. Yo tenía trabajo en la tienda hasta fin de año
               y también me quedé en Tokio. En Kobe no tenía ninguna perspectiva interesante ni a nadie a
               quien me apeteciera ver. El comedor cerraba en Año Nuevo, así que comí en el apartamento de
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               Naoko. Cocinamos unos mochi y un zōni  sencillo.
                   Entre enero y febrero de 1969 pasaron bastantes cosas.
                   A finales de enero, Tropa-de-Asalto cayó en cama con casi cuarenta grados de fiebre. Por
               esta  razón  tuve  que  anular  una  cita  con  Naoko.  Había  conseguido,  con  gran  esfuerzo,  dos
               invitaciones para un concierto y le propuse a Naoko que me acompañara. A ella le hacía mucha
               ilusión porque la orquesta interpretaba la Cuarta sinfonía de Brahms, su preferida. Pero Tropa-
               de-Asalto estaba retorciéndose de dolor en la cama, con aire de ir a morirse de un momento a
               otro, y no era cuestión de dejarlo en ese estado. No encontré ningún alma caritativa dispuesta a
               cuidarlo en mi ausencia. Total, que fui a comprar hielo, le hice una compresa apilando varias
               bolsas de plástico llenas, le enjugué el sudor con una toalla fría, le tomé la temperatura cada hora
               e incluso le cambié la camisa. La fiebre no bajó durante todo el día. Pero, a la mañana siguiente,
               se levantó de repente y empezó a hacer gimnasia como si nada hubiera sucedido. El termómetro
               marcaba treinta y seis grados y dos décimas. Era imposible creer que fuera un ser humano.
                   —¡Qué extraño! Jamás había tenido fiebre —me dijo como si fuese culpa mía.


               6  Mochi es una torta de arroz, y zōni, un caldo con torta de arroz. Ambos son platos típicos de Año Nuevo. (N. de la
               T.)
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