Page 189 - Tokio Blues - 3ro Medio
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hablar  con  ella.  Al  día  siguiente,  el  25,  ella  y  su  madre  llegaron  en  taxi.  Las  tres  estuvimos
               recogiendo sus cosas. Mientras, no paramos de charlar. A última hora de la tarde, Naoko le dijo a
               su  madre  que  ya  podía  irse,  que  estaba  todo  arreglado,  así  que  su  madre  llamó  un  taxi  y  se
               marchó.  Naoko  parecía  muy  animada  y,  tanto  su  madre  como  yo,  estábamos  tranquilas.  La
               verdad es que hasta entonces me había preocupado Naoko. Pensaba que debía de estar abatida,
               deprimida, exhausta. Sé muy bien lo duras que son las pruebas y las terapias de los hospitales.
               Pero cuando la vi, me pareció que le habían sentado bien. Su aspecto era mucho más saludable de
               lo  que  imaginaba,  sonreía,  bromeaba,  su  manera  de  hablar  era  mucho  más  lúcida  que  antes,
               incluso me contó que había ido a la peluquería, que estaba muy contenta de su nuevo peinado...
               En fin, supuse que no pasaría nada si su madre nos dejaba a solas. «¿Sabes, Reiko?», me dijo.
               «En el hospital intentaré curarme de una vez por todas.» «Será lo mejor», repuse. Dimos un paseo
               y hablamos sobre lo que haríamos en el futuro. Ella me comentó: «Me gustaría vivir contigo».
                   —¿Tú y ella?
                   —Sí.  —Reiko  se  encogió  de  hombros—.  Yo  le  respondí:  «Me  parece  bien,  pero  ¿y
               Watanabe?».  Y  ella  repuso:  «Con  él  tengo  que  arreglar  las  cosas».  No  añadió  nada  más.  A
               continuación hablamos  de dónde viviríamos, de lo que haríamos.  Luego fuimos al gallinero  y
               jugamos con las aves.
                   Bebí  una  cerveza  que  saqué  de  la  nevera.  Reiko  encendió  otro  cigarrillo.  El  gato  dormía
               acurrucado en mi regazo.
                   —Naoko lo tenía todo cuidadosamente planeado desde un principio. Tal vez por eso parecía
               tan animada, tan sonriente, con tan buen aspecto. Había tomado una decisión y se sentía aliviada.
               Recogimos algunas cosas más del cuarto, las metimos en un bidón del jardín y las quemamos. El
               cuaderno que usaba como diario, varias cartas, cosas de este tipo. Incluso tus cartas. A mí me
               extrañó,  y  recuerdo  que  le  pregunté  por  qué  las  quemaba.  Hasta  entonces  las  había  tenido
               guardadas porque las releía constantemente. «Quiero deshacerme de todo mi pasado y empezar
               una  nueva  vida»,  me  dijo.  «¡Vaya!»,  pensé.  Creí  en  sus  palabras.  De  hecho,  aquello  tenía  su
               lógica. Deseaba que se recuperara y fuera feliz. ¡Aquel día estaba tan guapa! Ojalá la hubieras
               visto.
                   »Cenamos en el comedor, como de costumbre, nos bañamos, abrí una botella de buen vino
               que tenía guardada, bebimos y yo toqué a la guitarra canciones de los Beatles, como siempre:
               Norwegian Wood, Michelle, sus melodías favoritas. Estábamos de muy buen humor, apagamos la
               luz, nos desnudamos y nos echamos sobre la cama. Aquella noche hacía mucho calor y, aunque
               teníamos la ventana abierta, apenas entraba el aire. Fuera estaba oscuro como boca de lobo y el
               zumbido  de  los  insectos  se  dejaba  oír  con  fuerza.  El  olor  a  la  hierba  del  verano  llenaba  la
               habitación haciendo el ambiente casi irrespirable. De repente, Naoko empezó a hablar de ti. De la
               relación sexual que habíais tenido aquella noche. Me lo contó todo con pelos y señales. Cómo la
               habías  desnudado,  cómo  la  habías  acariciado,  lo  húmeda  que  estaba  ella,  cómo  la  habías
               penetrado,  lo  maravilloso  que  había  sido.  Describió  hasta  los  pequeños  detalles.  Le  pregunté,
               sorprendida: "¿Por qué me cuentas todo esto ahora?". Había sido tan repentino..., jamás me había
               hablado de estas cosas de una manera tan abierta. Claro que nosotras, como si fuera una especie
               de  terapia,  habíamos  hablado  de  sexo.  Pero  ella  jamás  había  dado  tantos  detalles.  Le  daba
               vergüenza. Así que me asombró que se extendiera tanto sobre todo eso.
                   »"Me apetecía que lo supieras", explicó Naoko. "Pero si no quieres escucharme, me callo."
                   »"Si te apetece hablar suéltalo todo. Te escucho", le dije.
                   »"Cuando me penetró me dolió muchísimo", dijo Naoko. "Era la primera vez. Yo estaba muy
               húmeda y se deslizó dentro con facilidad, pero me dolió tanto que creí que iba a perder el sentido.
               El la metió muy hondo, yo creía que ya no entraba más, pero me levantó un poco las piernas y me
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