Page 192 - Tokio Blues - 3ro Medio
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Reiko arrugó una cajetilla vacía de tabaco Seven Stars, la tiró, sacó otro paquete de la maleta
               de piel, lo abrió y se llevó un cigarrillo a los labios. Pero no lo encendió.
                   —Estoy acabada. Lo que tienes frente a ti no es más que una pálida sombra de lo que fui. Mi
               interioridad murió hace mucho tiempo y ahora me limito a actuar mecánicamente.
                   —A mí me gusta mucho cómo eres ahora. Seas o no una pálida sombra de lo que fuiste.
               Quizá no tenga sentido decirlo, pero estoy muy contento de que lleves la ropa de Naoko.
                   Reiko sonrió y encendió el cigarrillo.
                   —Para ser tan joven sabes muy bien cómo hacer felices a las mujeres.
                   Me sonrojé.
                   —Sólo digo lo que pienso.
                   —Ya lo sé—dijo Reiko riéndose.
                   Mientras, el arroz se había acabado de cocer. Pusimos aceite en la cazuela y empezamos a
               preparar el sukiyaki.
                   —¿No será un sueño? —Reiko husmeaba el aire.
                   —Es un auténtico sukiyaki. Te lo digo por experiencia —comenté.
                   Sin apenas hablar, picoteamos con los palillos de la cazuela, bebimos cerveza y comimos el
               arroz en silencio. Gaviota se acercó atraída por el olor y compartimos la carne con ella. Cuando
               nos sentimos llenos, los dos nos apoyamos en una columna del porche y contemplamos la luna.
                   —¿Estás satisfecha? —le pregunté.
                   —Del todo —dijo Reiko hablando con dificultad—. Es la primera vez en mi vida que como
               tanto.
                   —¿Qué vas a hacer ahora?
                   —Cuando acabe de fumar el cigarrillo, tengo ganas de ir a unos baños públicos. Me noto el
               pelo sucio.
                   —Hay unos baños por aquí cerca —informé.
                   —Por cierto, Watanabe. Si no te importa, me gustaría que me dijeras algo. ¿Te has acostado
               con aquella chica, con Midori? —me preguntó Reiko.
                   —¿Te refieres a si hemos tenido relaciones sexuales? No. Decidimos esperar hasta que las
               cosas estuvieran claras.
                   —¿Y ahora ya lo están?
                   Sacudí la cabeza indicando que no lo sabía.
                   —¿Quieres  decir  que,  ahora  que  Naoko  ha  muerto,  todo  se  ha  puesto  en  su  lugar?  —
               aventuré.
                   —Tú ya habías tomado una decisión antes de que Naoko muriera, ¿no es verdad? Decías que
               no podías separarte de Midori. Y eso no tiene nada que ver con que Naoko esté muerta. Elegiste a
               Midori y Naoko prefirió la muerte. Ya eres una persona adulta y tienes que responsabilizarte de
               tus propias decisiones. Si no, las cosas te irán mal.
                   —Pero eso no puedo olvidarlo —repliqué—. Le dije a Naoko que la esperaría. Pero no lo
               hice. Al final, la abandoné. No es ahora el momento de buscar culpables. Es un problema mío.
               Probablemente, aunque no la hubiera abandonado a medio camino, el resultado hubiera sido el
               mismo. Naoko ya debía de haber elegido la muerte. Pero no puedo perdonármelo. Tú dices que
               no puede hacerse nada contra el flujo natural de los sentimientos, pero mi relación con Naoko no
               fue algo tan simple. Desde el principio estuvimos unidos en la frontera entre la vida y la muerte.
                   —Si  sientes  dolor por la muerte de Naoko, siéntelo el  resto  de tu  vida. Y si  algo puedes
               aprender de este dolor, apréndelo. Pero intenta ser feliz con Midori. Tu dolor no tiene nada que
               ver con ella. Si continúas así lo estropearás todo. Aunque sea duro, trata de ser fuerte. Crece,
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