Page 188 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 188

Sacó una caja de dulces de la maleta y se fue, resuelta, mientras yo me sentaba en el porche,
               tomaba  una  taza  de  té  y  jugaba  con  el  gato.  Reiko  no  volvió  hasta  veinte  minutos  después.
               Cuando regresó, sacó de la maleta una lata de galletas de arroz y me dijo que aquél era mi regalo.
                   —¿De  qué  habéis  estado  hablando  durante  más  de  veinte  minutos?  —Mordisqueé  una
               galleta.
                   —De ti, claro. —Acarició el gato, entre sus brazos, pasando la mejilla por su pelaje—. Está
               impresionado. Dice que eres un chico muy formalito y estudioso.
                   —¿Yo?
                   —Quién si no. —Reiko empezó a reírse.
                   Tomó mi guitarra y, tras afinarla, tocó Desafinado, de Antonio Carlos Jobim. Hacía mucho
               tiempo que no le oía tocar la guitarra, y sus notas me caldearon el corazón, como de costumbre.
                   —¿Tocas la guitarra?
                   —Mi casero la tenía en el cuarto de los trastos, se la pedí y a veces practico.
                   —Luego  te  daré  unas  lecciones  gratis.  —Reiko  dejó  la  guitarra,  se  quitó  la  chaqueta  de
               tweed, se apoyó en una columna del porche y fumó un cigarrillo. Debajo de la chaqueta llevaba
               una camisa a cuadros multicolores de manga corta.
                   —¿Te gusta mi camisa? —preguntó.
                   —Es muy bonita —convine. El dibujo era, en efecto, muy elegante.
                   —Pertenecía a Naoko —dijo Reiko—. Teníamos la misma talla de ropa. Sobre todo cuando
               llegó  al  sanatorio.  Después  engordó  un  poco,  pero,  incluso  así,  seguimos  teniéndola  muy
               parecida. La misma talla de camisa y de pantalón, el mismo número de zapatos... La talla del
               sujetador  no,  claro.  Ésa  era  muy  diferente.  Porque  yo  casi  no  tengo  tetas.  Siempre  nos
               intercambiábamos la ropa. Puede decirse que la compartíamos.
                   Observé a Reiko. Efectivamente, tenía un cuerpo parecido al de Naoko. La forma de su rostro
               y  la  fragilidad  de  sus  muñecas  la  hacían  parecer  más  delgada  y  pequeña  que  Naoko,  pero,
               mirándola con atención, uno advertía que su cuerpo era robusto.
                   —Estos  pantalones  y  esta  chaqueta  también  son  de  ella.  Todo  es  de  Naoko.  ¿Te  molesta
               verme con su ropa?
                   —En absoluto. Ella estaría contenta de que alguien la aprovechara. Especialmente, tú.
                   —Es extraño. —Reiko hizo chasquear los dedos—. A su muerte, Naoko no dejó nada escrito
               para nadie, excepto en cuanto a la ropa. Garabateó unas líneas en un bloc, que dejó encima de la
               mesa. Puso: «Dadle toda mi ropa a Reiko». ¿No te parece extraño? ¿Por qué pensó en la ropa en
               un momento así, cuando se disponía a morir? ¿Qué importancia tiene eso? Había un montón de
               cosas más importantes sobre las que debía querer hablar...
                   —Quizá no hubiera ninguna.
                   Mientras fumaba el cigarrillo, Reiko pareció sumirse en sus cavilaciones.
                   —¿Quieres que te cuente toda la historia, desde el principio?
                   —Sí —dije.

                   —Una vez se conocieron los resultados de las pruebas, aunque Naoko había experimentado
               una mejoría, los médicos decidieron ingresarla durante un largo período en el hospital de Osaka
               para recibir allí una terapia intensiva. Creo que esto ya te lo conté en mi carta del 10 de agosto.
                   —Recuerdo esa carta.
                   —El 24 de agosto su madre me llamó diciendo que Naoko quería visitarme cuando me fuera
               bien.  Quería  recoger  sus  cosas  y,  puesto  que  no  nos  veríamos  durante  una  larga  temporada,
               deseaba hablar conmigo largo y tendido; su madre me pidió si podía quedarse a dormir en mi
               habitación. Por mi parte, no había ningún problema. A mí también me apetecía mucho verla y
   183   184   185   186   187   188   189   190   191   192   193