Page 173 - Tokio Blues - 3ro Medio
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«Gracias por tus cartas. A Naoko le encantan. Me deja leerlas. ¿No te importa,
verdad, que yo también las lea?
«Siento haber estado tanto tiempo sin poder escribirte. A decir verdad, estaba
agotada y no había ninguna buena noticia que darte. Naoko no está bien. El otro
día su madre vino de Kobe y hablamos ella, Naoko, un médico especialista y yo.
Finalmente, han optado por trasladarla a un hospital especializado donde pueda
recibir una terapia intensiva y, a tenor de los resultados, decidir si podrá volver
aquí. Naoko dice que preferiría quedarse; si se marcha, la echaré de menos y estaré
preocupada por ella, pero la verdad es que cada vez ha sido más difícil tratarla.
Normalmente no hay problema, pero de cuando en cuando su estado emocional se
vuelve muy inestable y, en esos momentos, no puedo apartar los ojos de ella.
Porque no sé nunca lo que puede ocurrir. Tiene unas alucinaciones auditivas muy
violentas y se encierra en sí misma.
»Por todo esto, me parece que por ahora lo más conveniente es que ingrese en
un centro adecuado y que allí se someta a una terapia. Es triste, pero no hay más
remedio. Tal como te dije antes, hay que tener paciencia. Ir desenredando la
madeja, hilo a hilo, sin perder la esperanza. Por más negra que esté la situación, el
hilo principal existe, sin duda. Cuando uno está rodeado de tinieblas, la única
alternativa es permanecer inmóvil hasta que sus ojos se acostumbren a la
oscuridad.
«Cuando recibas esta carta, Naoko ya estará en el otro hospital. Siento no
habértelo comunicado antes, pero todo ha sucedido muy deprisa. Es un buen
hospital. Allí hay buenos médicos. Te anoto la dirección; a partir de ahora, envíale
las cartas allí. A mí me irán informando sobre su estado, así que, si hay alguna
novedad, ya te la comunicaré. Espero que sean buenas noticias. Para ti también
debe de ser muy duro todo esto. ¡Ánimo! Aunque no esté Naoko, escríbeme de vez
en cuando.
»Adiós.»
Aquella primavera escribí muchas cartas. Una por semana a Naoko, algunas a Reiko, y
también a Midori. Las escribía en clase o en casa, sentado a mi mesa de trabajo con Gaviota
subida a mi regazo, o las escribía en mis ratos libres, sentado a la mesa del restaurante italiano
donde trabajaba. Confiaba en que esa carta evitara que mi vida se rompiera en pedazos. Le escribí
a Midori:
«Al no poder hablar contigo, estos meses de abril y mayo han sido muy duros
y solitarios para mí. No recuerdo haber vivido jamás una primavera tan amarga.
Hubiera preferido tres febreros seguidos. No creo que sirva de nada decírtelo
ahora, pero el nuevo peinado te sienta muy bien. Estás muy guapa. Ahora trabajo
en un restaurante italiano y el cocinero me ha enseñado a cocinar espaguetis. Me
gustaría que los probaras».
Iba a la universidad todos los días, trabajaba en el restaurante italiano dos o tres veces por
semana, hablaba con Itō de libros y música, leí varios libros de Boris Vian que él me prestó,
escribía cartas, jugaba con Gaviota, cocinaba espaguetis, cuidaba del jardín, me masturbaba
pensando en Naoko y veía muchas películas.
A mediados de junio Midori volvió a hablarme. Habíamos estado dos meses sin decirnos
nada. Al terminar la clase, se sentó a mi lado y permaneció un rato en silencio con la mejilla