Page 168 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 168

—Ya hacía algún tiempo que había decidido confiar en ti al cien por cien. Así que aquel día
               me dormí con toda tranquilidad. Sabía que contigo no podía sucederme nada malo, que podía
               estar tranquila. Y dormí como una bendita, ¿no?
                   —Pues sí.
                   —Si tú me hubieras dicho «Oye, Midori, acuéstate conmigo y verás como todo se arregla»,
               quizá lo hubiera hecho. Y no creas que, con eso, estoy intentando seducirte o excitarte. Sólo trato
               de expresarte lo que siento.
                   —Lo sé —le dije.
                   Durante  la  comida  nos  mostramos  nuestras  matrículas  y  descubrimos  que  iríamos  a  dos
               clases juntos. Es decir, la vería dos veces por semana. Luego me contó cosas de su vida. Tanto a
               ella como a su hermana, al principio les costó acostumbrarse a vivir en el apartamento. Porque
               aquella  vida,  me  contó  Midori,  comparada  con  la  que  habían  llevado  hasta  entonces,  era
               demasiado cómoda. Estaban habituadas a correr todo el día de acá para allá, cuidando a enfermos
               y ayudando en la tienda.
                   —Últimamente,  ya  nos  hemos  hecho  a  la  idea  de  que  ésta  va  a  ser  nuestra  vida.  No
               tendremos que privarnos de nada por nadie y podremos movernos con toda libertad. Pero esta
               idea,  a  nosotras,  nos  inquietaba.  Nos  sentíamos  como  si  estuviéramos  flotando  a  dos  o  tres
               centímetros del suelo. No sé, nos daba la impresión de que era mentira, de que una vida tan fácil
               no  podía  ser  real.  Y  las  dos  estábamos  tensas,  esperando  que  la  situación  cambiara  de  un
               momento a otro.
                   —¡Las hermanas sufridoras! —Me reí.
                   —Hasta ahora, todo ha sido tan cruel... —continuó Midori—. Pero de aquí en adelante vamos
               a recuperar el tiempo perdido.
                   —Conociéndote, seguro que lo lograréis —comenté—. ¿Qué hace ahora tu hermana?
                   —Una amiga suya acaba de abrir una tienda de accesorios en Omotesandō, y ella la ayuda
               tres  veces  por  semana.  Además,  aprende  cocina,  sale  con  su  novio,  va  al  cine,  hace  el  vago.
               Disfruta de la vida.
                   Midori me preguntó por mi nueva vida y yo le hablé de la distribución de las habitaciones, de
               lo amplio que era el jardín, de Gaviota, mi gata, y de mi casero.
                   —¿Te diviertes? —me preguntó.
                   —No lo paso mal —dije.
                   —Pues a mí no me lo parece, la verdad.
                   —Pese a estar en primavera...
                   —Pese a llevar este precioso jersey que te ha hecho tu novia.
                   Sorprendido, miré el jersey morado que llevaba puesto.
                   —¿Cómo lo sabes?
                   —¡Eran  simples  suposiciones,  hombre!  —Midori  se  sorprendió—.  No  estás  bien,  ¿me
               equivoco?
                   —Al menos intento animarme.
                   —Piensa que la vida es como una caja de galletas.
                   Negué varias veces con un gesto de la cabeza y me quedé mirándola.
                   —Quizá sea un poco tonto, pero a veces no te entiendo.
                   —En una caja de galletas hay muchas clases distintas de galletas. Algunas te gustan y otras
               no. Al principio te comes las que te gustan, y al final sólo quedan las que no te gustan. Pues yo,
               cuando lo  estoy pasando mal, siempre pienso:  «Tengo que acabar con  esto  cuanto  antes  y  ya
               vendrán tiempos mejores. Porque la vida es como una caja de galletas».
                   —Eso es filosofía.
   163   164   165   166   167   168   169   170   171   172   173