Page 167 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 167
«¡Eh, Kizuki!», pensé. «A diferencia de ti, he decidido vivir como es debido. Tú debiste de
sufrir, pero yo también sufro. De veras. Todo lo que está ocurriendo procede de tu muerte:
abandonaste a Naoko a su suerte. Yo, en cambio, jamás podré hacerlo, porque la quiero y soy
más fuerte que ella. Y aún seré más fuerte. Maduraré. Me convertiré en un adulto. Debo hacerlo.
Hasta ahora había deseado permanecer eternamente en los diecisiete o dieciocho años. Pero ya no
lo pretendo. Ya no soy un adolescente. Tengo sentido de la responsabilidad. Kizuki, ya no soy el
que estaba contigo. He cumplido veinte años. Y debo pagar un precio por seguir viviendo.»
—Watanabe, ¿qué te ha sucedido? —me preguntó Midori—. Estás en los huesos...
—¿Tú crees? —dije.
—¿No será que follas demasiado con tu amante casada?
Sonreí y negué con un gesto de la cabeza.
—Desde principios de octubre pasado no me he acostado con nadie —afirmé.
Midori soltó un silbido.
—¿Llevas más de medio año sin hacerlo?
—Sí.
—¿Por qué te has adelgazado tanto?
—Me he convertido en un adulto —afirmé.
Midori me puso sus manos en los hombros y me miró fijamente a los ojos. Luego hizo una
mueca y volvió a sonreír.
—Sí, es cierto. Te noto distinto. Has cambiado.
—Me he hecho mayor.
—Eres increíble. ¡Mira que pensar así! —Midori parecía admirada—. Comamos algo. Estoy
hambrienta.
Decidimos ir a un pequeño restaurante que estaba detrás de la facultad de literatura. Pedimos
el menú del día.
—Watanabe, ¿estás enfadado conmigo? —me preguntó.
—¿Por qué?
—Porque, como revancha, no respondí a tu carta. ¿Crees que no hice bien? Tú te habías
disculpado como es debido.
—Fui yo quien se portó mal. No puedo quejarme.
—Mi hermana dice que no está bien actuar así. Según ella, es demasiado rencoroso,
demasiado infantil.
—Pero tú te quedaste tranquila con tu revancha.
—Exacto.
—Entonces, ¿qué problema hay?
—¡Eres muy generoso! —exclamó Midori—. Watanabe, ¿de verdad llevas medio año sin
tener relaciones sexuales?
—Exacto.
—La vez que me abrazaste en la cama debías de tener muchas ganas de hacerlo.
—Tal vez.
—Pero no lo hiciste.
—Porque tú eres ahora mi mejor amiga y no quiero perderte —dije.
—Aquel día, si tú me hubieses acosado, no me hubiera negado. Me faltaban fuerzas para ello.
—La tengo tan grande y tan dura... —bromeé.
Ella sonrió y me acarició cariñosamente la muñeca.