Page 162 - Tokio Blues - 3ro Medio
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—Sí, ya lo sé —asintió—. Por eso, creo que lo mejor sería que, después de mí, fueras tú
quien se hiciera cargo de ella. Apuesto a que os iría muy bien.
—¿Bromeas? —Me quedé atónito.
—Bromeo —concedió Nagasawa—. En fin, que seas feliz. Gracias por todo. Tú también eres
bastante cabezota, y creo que saldrás adelante. ¿Puedo darte un consejo?
—Claro.
—No te compadezcas de ti mismo. Eso sólo lo hacen los mediocres.
—Lo tendré en cuenta —dije.
Nos dimos la mano y nos separamos. Él se dirigió hacia su nuevo mundo y yo volví a mi
lodazal.
Tres días después de la mudanza le escribí una carta a Naoko. Le describí mi nueva vivienda
y le conté lo aliviado que me sentía al haberme zafado de los líos de la residencia y al no tener
que aguantar a tantos estúpidos.
«Aquí podré empezar una nueva vida con nuevos ánimos.
»Al otro lado de la ventana se extiende un amplio jardín, el lugar de encuentro de los gatos
del vecindario. Cuando no tengo nada que hacer, me tumbo en el porche y los observo. No sé
cuántos hay, pero vienen a montones. Se ponen a dormitar al sol. No parece que les guste
demasiado mi presencia, pero el otro día les di un trozo de queso seco y algunos se acercaron y
comieron medrosamente. Quizás acabemos haciéndonos amigos. Entre ellos hay un macho a
rayas con la oreja cortada que me recuerda al director de la residencia. Incluso me hace temer que
de un momento a otro vaya a izar la bandera nacional en el jardín.
«Queda más lejos de la universidad, pero, una vez empiece las asignaturas específicas de mi
carrera, no tendré clases por las mañanas y no creo que haya problemas. Además, como puedo
leer en el tren, tal vez aún salga ganando. Ahora trataré de buscar por aquí cerca un trabajo de
media jornada que no sea muy pesado. Y así recuperaré mi vida cotidiana, volveré a darme
cuerda todos los días.
»No tengo prisa, pero la primavera es una buena estación para empezar una nueva vida. Me
encantaría irme a vivir contigo a partir de abril. Si quieres, podrías volver a la universidad, si todo
fuera bien. Y si no quieres que vivamos juntos, puedo buscarte un apartamento por aquí cerca. Lo
más importante es que estemos cerca el uno del otro. Por supuesto, no sólo estoy pensando en la
primavera. Si tú prefieres el verano, también me parece bien. No hay problema. ¿Me escribirás
diciéndome qué opinas sobre todo esto?
»A partir de ahora voy a trabajar más horas para cubrir los gastos del traslado. Irse a vivir
solo cuesta mucho dinero. He tenido que comprar cazuelas, vajilla, un poco de todo. Pero en
marzo estaré libre y te visitaré sin falta. ¿Me dirás qué días prefieres que vaya? Me ajustaré a tu
calendario. Tengo muchas ganas de verte. Espero tu respuesta.»
Durante los dos o tres días siguientes compré todos los utensilios domésticos que necesitaba
en las tiendas de Kichijōji y empecé a cocinar en casa platos sencillos. En una carpintería, pedí
que me cortaran unas maderas y me hice una mesa de trabajo. De momento, decidí comer en
casa. Construí unas estanterías, reuní especias y condimentos. Una gatita blanca de unos seis
meses se encariñó conmigo y venía a casa a comer. La llamé Gaviota.
Cuando me hube instalado, fui al centro del barrio, encontré trabajo en una empresa de
pinturas y durante dos semanas trabajé a jornada completa de ayudante de pintor. Me pagaban
decentemente, pero el trabajo era muy duro y el disolvente me provocaba mareos. Al acabar la