Page 153 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 153
—Tenías que haber llamado a tu novio en vez de a mí. Hubiera sido lo más lógico. Los
novios están para eso.
—Yo quiero estar contigo.
—No puede ser —añadí resuelto—. En primer lugar, tengo que volver a la residencia antes
de las doce. Si no, incumpliré las normas de pernoctación. Ya lo hice una vez y tuve
complicaciones. En segundo lugar, si me meto en la cama con una chica, me entran ganas de
hacer el amor con ella y odio tener que aguantarme. A lo mejor, acabaría violándote y todo.
—¿Me pegarías, me atarías y me darías por atrás?
—No estoy bromeando.
—Pero me siento muy sola. Me sabe mal por ti, no creas. No hago más que exigirte cosas sin
darte nada a cambio. Digo lo que me da la gana, te llamo, te llevo de acá para allá. Pero eres la
única persona con quien puedo relajarme. En mis veinte años de vida, jamás he podido hacer lo
que me ha dado la gana. Mis padres no me prestaban atención, y mi novio no es de ese tipo. En
cuanto suelto lo primero que se me pasa por la cabeza, él se enfada. Y nos peleamos. Sólo cuento
contigo. Ahora estoy tan cansada que necesito dormirme oyendo cómo alguien me dice guapa,
bonita, y cosas así. Y entonces, cuando me despierte, me sentiré como nueva, y nunca, nunca más
te pediré algo tan egoísta. Jamás. Seré una buena chica.
—Lo entiendo, pero es imposible —tercié.
—¡Por favor! Si no, me quedaré toda la noche aquí sentada, llorando. Y me acostaré con el
primer tío que me dirija la palabra.
No podía hacer nada para negarme, así que llamé a la residencia y pregunté por Nagasawa.
Le pedí si podía ayudarme a fingir que estaba de vuelta en la residencia. —Es que estoy con una
chica —le dije. —Tratándose de eso, te ayudaré con mucho gusto —me contestó—. Daré la
vuelta a tu tarjeta y la colgaré como si estuvieras dentro de la habitación. No te preocupes por
nada y diviértete. Mañana por la mañana, puedes entrar por la ventana de mi cuarto.
—Gracias. Te debo una. —Colgué el auricular.
—¿Has podido arreglarlo? —preguntó Midori.
—Más o menos. —Suspiré.
—Todavía es pronto. Vayamos a una discoteca.
—¿No estabas tan cansada?
—Siempre estoy dispuesta a ir a bailar.
—¡Vaya! —exclamé.
Efectivamente, una vez entró en la discoteca y empezó bailar, Midori fue recuperándose. Se
tomó dos cubalibres y bailó en la pista hasta quedar bañada en sudor.
—¡Es tan divertido! —comentó sentada a la mesa cuando se tomó un descanso—. Hacía
siglos que no bailaba. Cuando una mueve el cuerpo, parece que se le libera el espíritu.
—Yo diría que al tuyo no le hace ninguna falta.
—¡Qué dices! —Ladeó la cabeza esbozando una sonrisa—. Y ahora que ya estoy bien,
¡tengo hambre! ¿Vamos a comer una pizza?
La llevé a la pizzería donde yo solía ir y pedimos una pizza napolitana y cerveza a presión.
Yo apenas tenía hambre y sólo comí cuatro de los doce trozos; Midori se zampó el resto.
—Veo que te encuentras mejor. Hasta hace un rato estabas pálida como un sudario y dabas
tumbos —le dije boquiabierto.
—Apuesto a que mis ruegos egoístas han sido escuchados —soltó Midori—. Se me ha
quitado el nudo que me atenazaba la garganta. ¡Esta pizza está deliciosa!
—¿No hay nadie en tu casa?