Page 150 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 150

—¡Buena idea! Pero ¿cómo puedo saber que estás en esos días del mes? —pregunté.
                   —Los dos o tres primeros días de regla me pondré un sombrero rojo. Así te enterarás. —
               Midori se rió—. Si cuando me encuentres por la calle ves que llevo un sombrero rojo, tú haz
               como si no me vieras.
                   —Todas las mujeres deberían hacer eso —comenté—. Entonces, ¿qué hiciste en Nara?
                   —Jugué con los ciervos, di una vuelta y volví. ¡Ya me dirás! ¿Qué otra cosa podíamos hacer?
               Me peleé con mi novio y no hemos vuelto a vernos. Después regresé a Tokio, estuve un par de
               días  vagando  por  la  ciudad  y  luego  me  entraron  ganas  de  hacer  un  viajecito  sola  y  me  fui  a
               Aomori. Pasé dos noches en casa de un amigo en Hirosaki y después recorrí Shimokita y Tappi.
               Es muy bonito. Una vez escribí las leyendas de unos mapas de esa zona. ¿Y tú? ¿Has estado en
               Aomori?
                   Le dije que no.
                   —Te sorprenderá saber que mientras viajaba sola estuve pensando todo el tiempo en ti. —
               Tomó un sorbo de su Tom Collins y comió un pistacho—. Deseaba que estuvieras a mi lado.
                   —¿Y eso?
                   —¿«Y eso»? —Midori me observó como si observara el vacío—. ¿Qué quieres decir?
                   —¿Por qué pensaste en mí?
                   —Tal vez porque me gustas. Está muy claro. La única razón que puede haber es ésta. ¿Crees
               que hay alguien en este mundo al que le apetezca estar con una persona que no le guste?
                   —Pero tú tienes novio y no deberías pensar en mí. —Bebí un sorbo de mi whisky con soda.
                   —O sea que, como tengo novio, ¿no puedo pensar en ti?
                   —No, no quería decir eso...
                   —Watanabe,  te  lo  advierto.  —Midori  me  señaló  con  el  dedo  índice—.  Voy  arrastrando
               montones de cosas, a cual peor. ¡Es horroroooso! Así que no sigas pinchándome, o me echaré a
               llorar aquí mismo. Y, si empiezo, no pararé en toda la noche. Ahora ya lo sabes. Y yo, cuando
               lloro, lloro como una posesa, sin importarme quién esté a mi lado.
                   Asentí y no añadí nada más. Pedí mi segundo whisky con soda y comí pistachos. Por debajo
               del sonsonete de la coctelera agitándose, el entrechocar de vasos y el tintineo del hielo, sonaba
               una vieja canción de amor de Sarah Vaughan.
                   —Después del incidente del tampón, las cosas no han ido bien entre mi novio y yo —dijo
               Midori.
                   —¿El incidente del tampón?
                   —Sí, hace cosa de un mes fuimos a tomar unas copas con unos amigos suyos y se me ocurrió
               explicarles que a una vecina se le salió el tampón de un estornudo. Es chocante, ¿no?
                   —Sí, mucho —asentí riéndome.
                   —A todos les pareció muy divertido. Pero él se enfadó.  «¿Cómo se te ocurre contar estas
               vulgaridades?», me soltó. «Me has decepcionado.»
                   —¡Vaya!
                   —Es  un  buen  chico,  no  creas.  Pero  un  poco  estrecho  de  miras  —explicó  Midori—.  Se
               enfada, por ejemplo, si llevo la ropa interior de otro color que no sea el blanco. ¿No te parece que
               eso es ser un poco estrecho?
                   —No  lo  sé.  También  puede  ser  una  cuestión  de  gusto.  —Me  asombraba  que  semejante
               personaje estuviera enamorado de Midori, pero preferí callar.
                   —¿Y tú qué has estado haciendo? —preguntó Midori.
                   —Nada  del  otro  jueves  —dije,  pero  después  recordé  que  había  intentado  masturbarme
               pensando en ella, tal como le había prometido. Se lo dije en voz baja para que la gente no nos
               oyera.
   145   146   147   148   149   150   151   152   153   154   155