Page 141 - Tokio Blues - 3ro Medio
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—Ahora estamos comiendo —dijo Nagasawa—. Además, Watanabe está presente. Sería
conveniente que dejaras el tema para otra ocasión.
—¿Me voy? —pregunté.
—No, quédate. Es mejor —me rogó Hatsumi.
—Ya que has venido, tómate el postre —añadió Nagasawa.
—No me importa irme...
Terminamos nuestros platos en silencio. Yo comí la lubina, Hatsumi dejó media en el plato.
Nagasawa hacía rato que bebía whisky.
—La lubina estaba buenísima —comenté con ánimo de romper el hielo, pero nadie
respondió. Fue como si hubiera arrojado una piedra en un pozo.
Nos retiraron los platos y nos trajeron un sorbete de limón y una taza de café a cada uno.
Nagasawa apenas los tocó y enseguida encendió un cigarrillo. Hatsumi ni los probó. Yo comí el
sorbete y bebí el café mientras me decía para mis adentros: «¡Vaya!». Hatsumi se entretenía
contemplando sus manos, que descansaban sobre la mesa. Estas —al igual que todo en ella—
eran elegantes y refinadas. Pensé en Naoko y en Reiko. ¿Qué estarían haciendo en aquellos
momentos? Naoko debía de estar leyendo tumbada en el sofá y Reiko tocando Norwegian Wood
con la guitarra. Me poseyó un violento deseo de volver a su pequeña habitación. ¿Qué hacía yo
allí?
—Watanabe y yo nos parecemos en que ninguno de los dos buscamos que los demás nos
comprendan —insistió Nagasawa—. En esto somos diferentes del resto de la gente. La gente se
desvive buscando la comprensión de quienes les rodean. Pero yo no, y Watanabe, tampoco. No
nos importa que los demás no nos entiendan. Pensamos que «uno» es «uno», y los «demás» son
los «demás».
—¿Eso crees? —me preguntó Hatsumi.
—¡Qué va! —exclamé—. Yo no soy tan fuerte. A mí me importa que me entiendan. Hay
personas a quienes quiero comprender y que quiero que me comprendan. Hasta cierto punto,
pienso que es inevitable que el resto de la gente no lo haga. Ya me he hecho a la idea. Así que no
me ocurre lo mismo que a Nagasawa, a quien no le importa que no le entiendan.
—Es lo mismo que yo decía. —Nagasawa tomó la cucharilla del café—. Muy parecido. Tan
distinto como desayunar tarde o almorzar temprano. Comes lo mismo, a la misma hora, sólo
difiere la manera de llamarlo.
—Nagasawa, ¿a ti no te importa saber si te comprendo? —le preguntó Hatsumi a Nagasawa.
—Me parece que no acabas de entenderlo. Si una persona comprende a otra es porque aquél
es el momento propicio para que suceda, no porque ésta desee que la entiendan.
—O sea que cometo una equivocación cuando quiero que alguien me comprenda. Quiero que
tú me comprendas, por ejemplo.
—No, no es una equivocación —respondió Nagasawa—. La gente lo llama amor. Este es tu
caso, dado que quieres comprenderme. Pero mi tipo de vida es muy diferente al de la otra gente.
—No estás enamorado de mí, ¿verdad?
—Tú, mi tipo de vida...
—¡Me importa un rábano tu tipo de vida! —gritó Hatsumi.
Era la primera vez que la oía gritar, y sería la última. Nagasawa pulsó el timbre de la mesa y
el camarero trajo la cuenta. Nagasawa sacó una tarjeta de crédito y se la entregó.
—Watanabe, siento la escena —dijo—. Voy a acompañar a Hatsumi a casa, tú márchate solo.
—No te preocupes por mí. La comida estaba deliciosa —comenté, pero nadie añadió una
palabra.