Page 136 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 136

—Perfecto. Pero tú también la necesitarás. Tendrás que vivir en un apartamento, o en alguna
               parte, supongo.
                   —No digas tonterías. Cuando salga de aquí me compraré una nevera más grande, viviré por
               todo lo alto. Ya he aguantado cuatro años en este agujero. No quiero, ni en pintura, seguir viendo
               todo lo que he utilizado aquí dentro. Te doy lo que quieras. El televisor, el termo, la radio...
                   —A mí cualquier cosa me va bien —dije. Tomé el libro de texto de español de encima del
               pupitre y me quedé mirándolo—. ¿Has empezado a estudiar español?
                   —Sí, cuantos más idiomas sepa, tanto mejor. He descubierto que se me dan bien. Mira, el
               francés lo he aprendido  solo  y  ya lo hablo casi a la perfección. Son como un juego. Una vez
               conoces una regla, las otras son todas lo mismo. Como las mujeres.
                   —Es una manera muy introspectiva de vivir —comenté con sarcasmo.
                   —Por cierto, ¿vamos a cenar un día de éstos? —me preguntó Nagasawa.
                   —No querrás ir a ligar otra vez, ¿verdad?
                   —No,  hombre.  Una  buena  cena.  Podemos  ir  con  Hatsumi  a  un  buen  restaurante.  Para
               celebrar mi nuevo empleo. Al lugar más caro que encontremos. Total, paga mi padre.
                   —¿Y por qué no vais los dos solos, Hatsumi y tú?
                   —Para mí y para Hatsumi, es mucho más cómodo si estás tú —terció Nagasawa.
                   «¡Oh, no!», pensé. Igual que con Kizuki y Naoko.
                   —Después de la cena, ya pasaré la noche en casa de Hatsumi. Pero podemos cenar los tres
               juntos.
                   —En  fin.  Si  a  vosotros  dos  os  parece  bien  así,  que  no  se  hable  más  —dije—.  Pero,
               Nagasawa, ¿qué vas a hacer con Hatsumi? Después del cursillo te irás de servicio al extranjero y
               tardarás años en volver. ¿Qué pasará con ella?
                   —Esto es problema suyo, no mío.
                   —No te entiendo.
                   Él, con las piernas sobre la mesa, bebió un trago de cerveza y bostezó.
                   —A ver. Yo no tengo la intención de casarme con nadie, y esto Hatsumi ya lo sabe. Así que,
               si ella quiere casarse con quien sea que lo haga. Yo no voy a impedírselo. Y si prefiere no casarse
               y esperarme que me espere. Eso es lo que quería decir.
                   —¡Ah! —exclamé admirado.
                   —Imagino que a ti debe de parecerte horrible...
                   —Sí.
                   —Este mundo es injusto por naturaleza. Lo cual no es culpa mía. Ha sido siempre así, desde
               el principio. Yo jamás he engañado a Hatsumi. Le tengo dicho que soy así y, si no le gusta, que
               se separe de mí.
                   Cuando Nagasawa acabó de beber la cerveza, se llevó un cigarrillo a los labios y le prendió
               fuego.
                   —¿No hay nada en la vida que te dé miedo? —le pregunté.
                   —No soy tan estúpido —dijo Nagasawa—. Por supuesto, muchas veces la vida me da miedo.
               Como a todo el mundo. La diferencia está en que no lo admito como premisa. Quiero llegar hasta
               donde pueda empleando todas mis fuerzas. Tomando lo que quiero, dejando lo que no quiero. Así
               es como vivo. Si meto la pata, me detengo y lo reconsidero. Si uno le da la vuelta a esta sociedad
               injusta, entiende que en el mundo puede explotar sus posibilidades.
                   —Eso me parece muy egoísta, la verdad.
                   —¡Yo no me quedo mirando al cielo esperando que caiga la fruta! A mi manera, me esfuerzo
               mucho. Me esfuerzo diez veces más que tú.
                   —Tal vez tengas razón —reconocí.
   131   132   133   134   135   136   137   138   139   140   141