Page 138 - Tokio Blues - 3ro Medio
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Luego Hatsumi empezó a hablarme de una chica que quería presentarme. Era el eterno tema
de conversación entre Hatsumi y yo. Ella siempre quería presentarme a «una chica monísima de
su club de estudiantes», y yo siempre intentaba eludirlo.
—Es muy buena chica. Y guapísima. La próxima vez la traeré conmigo y habláis. Seguro que
te gusta.
—Déjalo —dije—. Soy demasiado pobre para salir con las chicas de tu universidad. No
tengo dinero, ni temas de conversación en común con ellas.
—¿Por qué? No lo creo. Ella es muy buena chica, y muy sencilla. No es nada sofisticada.
—Watanabe, ¿por qué no lo pruebas una vez? —intervino Nagasawa—. Total, no tienes por
qué acostarte con ella.
—¡Claro que no! Ella es virgen —se alarmó Hatsumi.
—Como lo eras tú.
—Sí, como lo era yo. —Hatsumi esbozó una sonrisa—. Watanabe, no me vengas con lo de
«soy pobre». Eso no tiene nada que ver. No niego que en clase hay muchas presumidas. Pero el
resto somos chicas corrientes. Almorzamos en el comedor de la universidad, tomamos un menú
de doscientos cincuenta yenes y...
—Hatsumi —la interrumpí—, en el comedor de mi universidad hay tres menús: el A, el B y
el C. El A cuesta ciento veinte yenes, el B, cien, y el C, ochenta. Y cuando yo, muy de vez en
cuando, pido el menú A, todos me miran con mala cara. Los que no pueden permitirse el menú C,
comen raamen por sesenta yenes. Así es mi universidad. ¿Crees que tendríamos algo de que
hablar?
Hatsumi soltó una carcajada.
—¡Qué barato! Yo también iré a comer allí. Escúchame, tú eres un buen chico y seguro que
te llevarías bien con ella. Le gustaría el menú de ciento veinte yenes.
—¡Qué dices! —Me reí—. Si no le gusta a nadie... Lo comemos porque no nos queda otro
remedio.
—No nos juzgues por la apariencia, Watanabe. Es cierto que la mía es una universidad de
niñas bien, pero allí hay muchas chicas que son buenas personas y tienen una visión seria de la
vida. No todas quieren salir con chicos con descapotable.
—Eso ya lo sé —dije.
—A Watanabe le gusta una chica —dijo Nagasawa—, pero no dice una palabra sobre ella. Es
un chico muy discreto. Y ella está envuelta en un halo de misterio.
—¿Es cierto? —me preguntó Hatsumi.
—Sí. Pero no tiene ningún «halo de misterio». Las circunstancias son un poco complicadas y
se me hace difícil hablar de ello.
—¿Es un amor ilícito? Tú consúltame a mí —aventuró Hatsumi.
Bebí un trago de vino esperando que olvidaran el asunto.
—Fíjate lo discreto que es. —Nagasawa tomó su tercer whisky—. No suelta prenda.
—¡Qué lástima! —se lamentó Hatsumi cortando su terriné a pedacitos, que se llevaba a la
boca con el tenedor—. Si tú y esa chica os hubierais llevado bien, hubiéramos quedado los
cuatro.
—Y nos hubiéramos emborrachado e intercambiado de parejas —añadió Nagasawa.
—No digas estupideces.
—¿Estupideces? A Watanabe le gustas.
—Eso no tiene nada que ver —susurró Hatsumi—. Él no es así. Se respeta mucho a sí
mismo. Lo sé. Por eso quiero presentarle a chicas.