Page 139 - Tokio Blues - 3ro Medio
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—Sí, pero hace tiempo nos intercambiamos nuestras chicas. ¿No es verdad, Watanabe? —
               dijo Nagasawa con expresión de indiferencia, vació su vaso de whisky y pidió otro.
                   Hatsumi dejó el tenedor y el cuchillo, se limpió las comisuras de los labios con la servilleta y
               me miró a los ojos.
                   —Watanabe, ¿hiciste eso?
                   Como no sabía qué responder, permanecí en silencio.
                   —Díselo. No importa —añadió Nagasawa.
                   «¡Vaya!», pensé. Nagasawa, cuando bebía, se ponía muy desagradable. Y aquella noche su
               agresividad no parecía estar dirigida a mí, sino a Hatsumi. Al darme cuenta, me sentí aún más
               incómodo.
                   —Quiero oírlo. Debe de ser muy interesante —me dijo Hatsumi.
                   —Estábamos ebrios —solté.
                   —Si no tiene importancia... No os lo reprocho. Pero me gustaría que me lo contarais.
                   —Nagasawa y yo estábamos tomando unas copas en Shibuya y conocimos a dos chicas con
               quienes  congeniamos.  Estudiaban  en  una  escuela  universitaria,  ellas  también  estaban  muy
               bebidas, entramos en un hotel cercano y nos acostamos. Pedimos dos habitaciones contiguas. A
               medianoche Nagasawa llamó a la puerta y me dijo: «¡Eh, Watanabe! ¡Cambio de pareja!», y yo
               me fui a su habitación y él vino a la mía.
                   —¿Ellas no se enfadaron?
                   —Ellas también estaban muy borrachas. Tanto les daba una cosa que otra.
                   —Pero había una razón para hacerlo —dijo Nagasawa.
                   —¿Cuál? —preguntó Hatsumi.
                   —Que entre las dos chicas había una diferencia abismal. Una era muy guapa y la otra era
               poco agraciada, y a mí me pareció injusto. Vamos, que yo me quedé la guapa, pero me sabía mal
               por Watanabe, que estaba con la fea. Por eso hicimos el intercambio. ¿Recuerdas, Watanabe?
                   —Sí.
                   A decir verdad, me  gustó mucho más  la chica que no era  guapa. Tenía  una conversación
               interesante y buen carácter. Después de hacer el amor, estuvimos hablando en la cama hasta que
               de pronto apareció Nagasawa y propuso el intercambio. Cuando le pregunté a ella qué le parecía,
               me dijo que, si eso era lo que queríamos hacer, a ella no le importaba. Tal vez pensó que yo
               quería acostarme con la chica guapa.
                   —¿Fue divertido? —me preguntó Hatsumi.
                   —¿El intercambio?
                   —Todo.
                   —No especialmente —dije—. Acostarse con chicas de esa manera no es divertido.
                   —¿Y entonces por qué lo hiciste?
                   —Porque yo se lo propuse —intervino Nagasawa.
                   —Se  lo  preguntaba  a  Watanabe  —replicó  Hatsumi  con  determinación—.  ¿Por  qué  haces
               cosas así?
                   —De  vez  en  cuando  me  entran  unas  ganas  irrefrenables  de  acostarme  con  alguien  —
               reconocí.
                   —Pero si estás enamorado de una chica, ¿por qué no lo haces con ella? —preguntó Hatsumi
               tras reflexionar unos instantes.
                   —La situación es muy complicada.
                   Hatsumi lanzó un suspiro.
                   La puerta se abrió y nos trajeron la comida. A Nagasawa le sirvieron pato asado y, delante de
               Hatsumi  y  de  mí,  en  sendos  platos,  dejaron  las  lubinas.  De  acompañamiento  había  verduras
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