Page 135 - Tokio Blues - 3ro Medio
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                   A mediados de semana me hice un corte muy profundo en la palma de la mano con un cristal.
               No me había dado cuenta de que uno de los tabiques divisorios de cristal de una de las estanterías
               de  los  discos  estaba  roto.  Me  sorprendió  que  manara  tal  cantidad  de  sangre.  Unos  grandes
               goterones fueron cayendo a mis pies, tiñendo el suelo de color rojo. El encargado de la tienda
               trajo  varias toallas, me  envolvió  la mano, me hizo un vendaje  y preguntó  por teléfono dónde
               había  un  hospital  de  urgencias.  Aunque  era  un  tipejo  bastante  inútil,  por  una  vez  actuó  con
               eficacia.  Por  fortuna  el  hospital  estaba  cerca,  pues  antes  de  que  llegáramos  las  toallas  ya  se
               habían empapado pues la sangre goteaba sobre el asfalto. La gente se apartaba de mi camino. Tal
               vez imaginaban que la herida era fruto de una pelea. No me dolía. Sin embargo, la sangre manaba
               sin interrupción. Un médico impasible me quitó las toallas, me hizo un torniquete en la muñeca,
               paró la hemorragia, desinfectó la herida, la cosió y al fin comentó: «Vuelve mañana». Al regresar
               a la tienda, el encargado me dijo que me fuera a casa, que se quedaría él en mi lugar. Tomé el
               autobús y regresé a la residencia. Luego me dirigí a la habitación de Nagasawa. A causa de la
               herida, tenía los nervios excitados y quería hablar con alguien. Tenía la sensación de que hacía
               mucho tiempo que no lo veía.
                   Encontré a Nagasawa en su cuarto bebiendo una cerveza mientras seguía un curso de español
               que  daban  en  televisión.  En  cuanto  vio  mi  vendaje  me  preguntó  qué  me  había  ocurrido.  Le
               expliqué  que  me  había  hecho  daño,  pero  que  no  era  nada  grave.  Rechacé  la  cerveza  que  me
               ofrecía.
                   —El  programa  termina  enseguida  —me  dijo  Nagasawa  mientras  hacía  ejercicios  de
               pronunciación de español.
                   Calenté agua y preparé un té de bolsa. En la tele, una española leía unos ejemplos: «Es la
               primera vez que llueve de forma tan torrencial. En Barcelona la corriente se ha llevado varios
               puentes». Nagasawa repitió estas frases practicando la pronunciación y exclamó:
                   —¡Qué ejemplos más malos! En los cursos de idiomas siempre sacan frasecitas de este tipo.
                   Cuando el programa terminó, Nagasawa apagó el televisor y bebió otra cerveza que sacó de
               la pequeña nevera.
                   —¿Te molesto? —le pregunté.
                   —¿A mí? ¡Qué va! Me aburría. ¿De verdad no quieres una cerveza?
                   Le dije que no.
                   —¡Ah! Por cierto, el otro día dieron los resultados de los exámenes. He aprobado —comentó
               Nagasawa.
                   —¿Los exámenes para el Ministerio de Asuntos Exteriores?
                   —Sí.  Oficialmente  se  llama  Examen  para  Servicios  de  Primera  Clase  del  Ministerio  de
               Asuntos Exteriores. Parecen idiotas, ¿verdad?
                   —Felicidades. —Le estreché la mano.
                   —Gracias.
                   —Era de esperar.
                   —Sí, lo era. —Nagasawa se rió—. Está bien que sea oficial.
                   —¿Irás al extranjero...? Tan pronto como entres en el Ministerio, quiero decir.
                   —No, durante el primer año hay unos cursillos en nuestro país. Después a uno lo envían un
               tiempo al extranjero.
                   Yo sorbía el té y él bebía la cerveza con cara de satisfacción.
                   —Si quieres, te daré esta nevera cuando me marche de aquí. Así podrás tomar cerveza fría.
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