Page 119 - Tokio Blues - 3ro Medio
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Yo me sentía incómodo porque los  hombres  no apartaban la vista de sus  Muslos.  A ella esto
               parecía traerla sin cuidado.
                   —¿Sabes lo que me gustaría hacer ahora? —me susurró cuando pasábamos por Ichigaya.
                   —Ni idea. Pero, te lo ruego, no hablemos de esto dentro del tren. A la gente no le importa.
                   —¡Lástima! Mira que esta vez es increíble... —se lamentó Midori.
                   —Por cierto, ¿qué hay en Ochanomizu?
                   —Tú acompáñame y verás.
                   Los domingos Ochanomizu se llenaba de estudiantes que iban a hacer pruebas de exámenes o
               que asistían a cursos  en escuelas preparatorias.  Midori agarró el asa de su bolso con la mano
               izquierda, tomó mi brazo con la derecha y se adentró en la multitud de estudiantes.
                   —Watanabe, ¿puedes explicarme la diferencia entre el condicional simple y el condicional
               perfecto de los verbos ingleses? —me preguntó de repente.
                   —Creo que sí —reaccioné.
                   —Era una simple pregunta. ¿Crees que eso sirve para algo en la vida cotidiana?
                   —Supongo que no —dije—. Más que servir para algo concreto, es una especie de práctica
               para aprender a sistematizar las cosas.
                   Midori estuvo reflexionando un rato con expresión seria.
                   —¡Qué  listo  eres!  —exclamó—.  No  había  caído  en  eso.  Sólo  me  había  preguntado  qué
               utilidad debían de tener el modo condicional, el cálculo diferencial o los símbolos químicos. Por
               eso siempre había ignorado esas cosas tan complicadas. Quizás estaba equivocada.
                   —¿Las has ignorado?
                   —Sí. He hecho como si no existieran. No sé nada de senos y cosenos.
                   —¿Y has podido terminar el instituto y entrar en la universidad? —le pregunté sorprendido.
                   —¡No seas ingenuo! Si tienes intuición, puedes pasar el examen de ingreso a la universidad
               aunque no tengas ni idea. Y yo tengo mucha intuición. En cuanto me dicen «Elija la respuesta
               correcta entre las tres siguientes», ya sé qué contestar.
                   —Yo no tengo tanta intuición como tú y he aprendido a pensar de manera sistemática. Como
               un cuervo atesorando pedacitos de cristal en el hueco de un árbol.
                   —¿Y eso sirve para algo?
                   —Quién sabe —dije—. Hace que ciertas cosas te resulten más fáciles.
                   —¿Qué cosas?
                   —Por ejemplo, el pensamiento metafísico, el aprendizaje de las lenguas...
                   —¿Y eso es útil?
                   —Depende de para quién. Habrá a quien le sirvan para algo y habrá a quien no le sirvan para
               nada. Al fin y al cabo, es cuestión de práctica. Que sirva para algo o que no sirva para nada es
               otro asunto.
                   —¡No me digas! —exclamó Midori impresionada. Me tiró de la mano y bajamos por una
               pendiente—. Te explicas muy bien.
                   —¿Tú crees?
                   —Sí. Se lo había preguntado a mucha gente antes, si el condicional de los verbos ingleses
               servía para algo, pero nunca nadie ha sido capaz de explicármelo tan bien como tú. Ni siquiera
               los  profesores  de  inglés.  Cuando  les  hacía  esta  pregunta,  o  se  quedaban  desconcertados,  o  se
               enfadaban, o me tomaban el pelo. Todos. Nadie supo explicármelo. Y pensar que, si alguien me
               lo hubiera explicado tan bien como tú, quizá me hubiera interesado por el modo condicional...
                   —Entiendo.
                   —¿Has leído El capital de Karl Marx? —me preguntó Midori.
                   —Sí. Como la mayoría de la gente.
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