Page 117 - Tokio Blues - 3ro Medio
P. 117
—¿Y por qué tendrían que hacer algo así?
—Porque serían unos piratas morbosos.
—Me parece que aquí la única morbosa eres tú.
—Nos dicen que dentro de una hora nos arrojarán al mar, así que, mientras tanto, tratemos de
pasarlo lo mejor posible, así, tal como estamos. Y nos meten en las bodegas.
—¿Y?
—Lo pasamos estupendamente durante una hora. Revolcándonos y retorciéndonos.
—¿Y eso es lo que te gustaría hacer ahora?
—Sí.
—¡Vaya!—Agité la mano.
El domingo Midori vino a recogerme a la residencia a las nueve y media de la mañana. Yo
acababa de despertarme y aún no me había lavado la cara. Alguien aporreó la puerta gritando:
«¡Eh, Watanabe! ¡Una mujer!». Al bajar al vestíbulo, vi a Midori vestida con una minifalda
tejana increíblemente corta, sentada en una silla con las piernas cruzadas, bostezando. Al pasar,
los chicos que iban a desayunar se comían con los ojos las piernas largas y delgadas de Midori.
Tenía unas piernas muy bonitas.
—¿He llegado demasiado pronto? —preguntó ella—. ¿Te acabas de levantar?
—Voy a lavarme la cara y a afeitarme. ¿Me esperas unos quince minutos? —le rogué.
—No me importa esperarte, pero, desde hace un rato, no paran de mirarme las piernas.
—Normal, ¿no te parece? Presentándote en una residencia de chicos con una falda tan corta...
Vamos, te mirarán todos.
—No hay problema. Hoy llevo unas bragas muy bonitas. De color rosa, con un encaje
precioso.
—Peor aún. —Suspiré.
Me lavé la cara y me afeité lo más rápido posible. Luego me puse una camisa azul, una
chaqueta de tweed gris por encima, bajé y conduje a Midori a la salida de la residencia. Estaba
bañado en un sudor frío.
—¿Todos los chicos que hay aquí se masturban? —Midori alzó la vista hacia la residencia.
—Es probable.
—¿Lo hacen pensando en chicas?
—Supongo que sí —dije—. No creo que haya ningún hombre que se masturbe pensando en
el mercado de valores, en la conjugación de los verbos o en el canal de Suez. Imagino que la
mayoría lo hace pensando en mujeres.
—¿El canal de Suez?
—Por ejemplo.
—Es decir, piensan en una chica determinada.
—¿Por qué no se lo preguntas a tu novio? —le espeté—. No entiendo a qué viene
preguntarme todas estas cosas un domingo por la mañana.
—Es simple curiosidad —contestó Midori—. Además, él se enfadaría muchísimo. Dice que
las mujeres no tenemos que preguntar estas cosas.
—Es una manera de pensar muy correcta.
—Pero yo quiero saberlo. ¿Tú, cuando te masturbas, piensas en una chica concreta?
—Yo sí. Ahora bien, no tengo ni idea de lo que hacen los demás —me resigné a responder.
—¿Y has pensado alguna vez en mí? Dime la verdad. No me enfadaré.
—No, nunca, la verdad —le respondí honestamente.
—¿Y por qué no? ¿No me encuentras atractiva?