Page 118 - Tokio Blues - 3ro Medio
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—No es eso. Eres atractiva, eres guapa, te gusta provocar.
                   —Entonces, ¿por qué no piensas en mí?
                   —En primer lugar, porque te veo como una amiga y no puedo involucrarte en mis fantasías
               sexuales. En segundo lugar...
                   —Hay otra persona que está presente en tus pensamientos.
                   —La verdad es que sí —reconocí.
                   —Eres  educado  incluso  en  esto  —comentó  Midori—.  Me  gusta  esta  faceta  tuya.  Pero,
               aunque sea una vez, ¿me incluirás a mí en tus fantasías sexuales o en tus obsesiones? Me gustaría
               aparecer. Te lo pido como amiga. ¡Vamos! Esto a otro no se lo pediría. Esta noche, cuando te
               masturbes, piensa en mí. No puedo pedírselo a cualquiera. Pero tú eres un amigo. Y luego quiero
               que me cuentes cómo ha ido.
                   Lancé un suspiro.
                   —Pero  nada  de  penetración,  ¿eh?  Somos  amigos.  Mientras  no  haya  penetración,  puedes
               hacer lo que quieras. Pensar lo que quieras.
                   —No sé, la verdad... Nunca lo he hecho con tantas restricciones —dije.
                   —¿Pensarás en mí?
                   —Pensaré en ti.
                   —Escucha, Watanabe. No creas que soy una mujer lasciva, o frustrada, o provocativa. De eso
               nada. Simplemente, siento una gran curiosidad hacia esas cosas, tengo muchas ganas de saber
               más. Ya te conté que me había educado en un colegio de niñas. Así que tengo unas ganas locas de
               saber lo que piensan los hombres, de conocer cómo funciona su cuerpo. Y no el tipo de cosas que
               salen en las consultas de las revistas femeninas, sino mediante el estudio de un caso concreto.
                   —¡«El estudio de un caso concreto»! —murmuré desesperado.
                   —Pero cuando yo quiero saber algo, o hacer esto y lo otro, mi novio se pone de malhumor, o
               se enfada. «¡Guarra!», me dice. Otras veces me grita que estoy mal de la cabeza. Ni siquiera me
               deja hacerle una felación. Con lo que a mí me gustaría investigar sobre eso...
                   —Ya.
                   —¿Tú odias que te hagan una felación?
                   —No le tengo ninguna manía en especial.
                   —¿Te gusta?
                   —Digamos que sí —dije—. ¿Qué te parece si dejamos ese tema para la próxima vez? Hoy es
               una mañana de domingo muy agradable y no quiero malgastarla hablando de masturbaciones y
               felaciones. Charlemos de otra cosa. ¿Tu novio estudia en nuestra universidad?
                   —No. En otra. Nos conocimos en el instituto. En las actividades del club de estudiantes. Yo
               iba a un colegio de niñas, y él, a uno de niños. Nos hicimos novios después de salir del instituto.
               Oye, Watanabe...
                   —Dime.
                   —Con una vez es suficiente. Pero piensa en mí, ¿quieres?
                   —Lo intentaré —contesté resignado.

                   Fuimos en tren hasta Ochanomizu. Puesto que no había desayunado, al hacer el trasbordo
               compré un sándwich en un puesto de la estación de Shinjuku. Después tomé una taza de café
               negro como la tinta. El domingo por la mañana el tren estaba lleno de familias y de parejas que
               salían de paseo. Un grupo de estudiantes de uniforme y con bates de béisbol en la mano corrían
               de  arriba  abajo  por  el  vagón.  En  el  tren  había  muchas  chicas  con  minifalda,  pero  ninguna  la
               llevaba tan corta como Midori. Ella de vez en cuando tiraba con fuerza del dobladillo de la falda.
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