Page 95 - La Odisea alt.
P. 95
otra mitad la depositó en las cántaras para poderla beber a su gusto y como
acompañamiento de la cena.
»Y una vez que se hubo cuidado de hacer todo esto, entonces encendió
fuego, y nos vio, y preguntónos:
»“¡Oh, forasteros! ¿Quiénes sois? ¿Desde dónde navegáis los líquidos
senderos? ¿Es acaso por comerciar, o al azar vais errantes, como piratas, que
van en plan de rapiña por el mar, exponiendo sus vidas, causando daños a
otras gentes?”.
»Así habló, y a nosotros de nuevo se nos quebró el corazón, amedrentados
ante su profundo vozarrón y su monstruoso aspecto. Pero, aun así,
respondiendo a sus palabras le dije: “Nosotros somos aqueos que volvemos de
Troya, desviados por vientos diversos sobre el vasto abismo del mar; ansiosos
del hogar, hemos ido por otros caminos y otras rutas. Así probablemente quiso
Zeus disponerlo. Nos jactamos de ser gente de Agamenón Atrida, cuya fama
es ahora vastísima bajo el cielo. Porque una ciudad inmensa destruyó y
aniquiló a sus numerosos guerreros. Nosotros, llegados aquí ante tus rodillas,
suplicamos, por si nos ofreces el don de hospitalidad o tal vez algún otro
presente, como es normal para los huéspedes. Así que, magnánimo, respeta a
los dioses. Somos suplicantes tuyos. Y es protector de suplicantes y
extranjeros Zeus Hospitalario, que vela por los extraños dignos de respeto”.
»Así le hablé, y él me respondió al punto con ánimo cruel:
»“Eres necio, extranjero, o has venido de muy lejos, tú que me exhortas a
temer o respetar a los dioses. Pues no se preocupan los cíclopes de Zeus
portador de la égida ni de los felices dioses, porque somos, sí, mucho más
fuertes. Ni yo por resguardarme del odio de Zeus te respetaría a ti y a tus
compañeros, de no ser que a eso me invite mi ánimo. Mas dime dónde
guareciste tu bien construida nave, si fue acaso en lugar remoto o bien cerca, a
fin de que me entere”.
»Así dijo poniéndome a prueba, pero no me engañó, pues sé mucho al
respecto, y yo a mi vez le repliqué con palabras arteras:
»“Mi nave la destrozó Poseidón que sacude la tierra, lanzándola contra los
arrecifes en los límites de vuestra tierra, estrellándola contra un peñón. El
viento la empujó desde alta mar. Pero yo, con estos de aquí, logré escapar a la
brusca muerte”.
»Así le dije, y él nada me contestó, sino que, con ánimo cruel,
abalanzándose, echó sus manos sobre mis compañeros, y agarrando a dos,
como a dos cachorros, se puso a machacarlos contra el suelo. El cerebro de
ellos se desparramó y mojaba la tierra. Los descuartizó miembro por miembro
y se preparó la cena. Devoraba como un león criado en las selvas, sin dejar