Page 90 - La Odisea alt.
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amable carácter y ánimo valiente? Porque en nada es inferior a un hermano un
               camarada sincero y de aguda inteligencia».




                                                     CANTO IX


                   Respondiéndole dijo el muy astuto Odiseo:

                   «¡Poderoso Alcínoo, distinguido entre todas las gentes, cierto que es bella

               cosa el escuchar a un cantor semejante, uno como éste, que se parece a los
               dioses en su voz! Yo afirmo, en efecto, que no hay momento más placentero
               que cuando la alegría se extiende a todo el mundo, y los comensales a lo largo
               de una sala se deleitan oyendo al aedo, sentados en hilera, y a su alrededor las
               mesas rebosan de pan y carnes, y sacando de la crátera el vino el copero lo
               lleva y lo escancia en las copas. En mi mente eso a mí me parece una cosa
               espléndida.


                   »Pero a ti tu ánimo te incita a preguntar por mis quejumbrosos pesares, a
               fin de que aún más me acongoje y solloce. ¿Qué voy a contarte al principio, y
               luego, y qué al final? Pues muchos pesares me infligieron los dioses del cielo.
               Voy  ahora  a  decirte  primero  mi  nombre,  para  que  también  vosotros  lo
               conozcáis, y yo, en el futuro, si escapo al día desastroso, sea huésped vuestro
               aunque habite en mi hogar muy lejano.


                   »Soy Odiseo, el hijo de Laertes, que entre todos los humanos destaco por
               mis tretas, y mi fama alcanza hasta el cielo. Habito la despejada Ítaca. Hay en
               ella un monte elevado, el Nérito de sombrías arboledas. En torno suyo están
               tendidas  numerosas  islas,  muy  próximas  entre  sí:  Duliquio,  y  Same  y  la
               hoscosa  Zacintos.  Ítaca  se  alarga  llana  en  un  extremo  de  la  mar,  hacia
               occidente, y las otras a distancia hacia la aurora y el oriente. Abrupta es, pero
               buena criadora de jóvenes. Yo, al menos, no soy capaz de imaginar nada más

               dulce que esa tierra.

                   »Antaño  me  retuvo  junto  a  ella  Calipso,  divina  entre  las  diosas,  en  sus
               cóncavas grutas, anhelando hacerme su esposo. Y de igual modo me albergó
               en sus mansiones Circe, la pérfida moradora de Eea, deseosa de tenerme como
               marido. Pero jamás ninguna llegó a convencer mi ánimo en mi pecho. Porque
               nada hay más dulce que la patria y los padres, ni siquiera cuando uno habita un
               hogar opulento bien lejos, en tierra extraña, alejado de su familia.


                   »Conque ahora voy a contarte mi dolorido retorno, al que Zeus me lanzó al
               alejarme de Troya. Desde Ilión me arrastró el viento hasta dejarme cerca de
               los  cícones,  en  Ismaro.  Allí  yo  saqueé  su  ciudad  y  los  derroté  a  ellos.
               Llevándonos  del  poblado  a  sus  mujeres  y  un  abundante  botín,  hicimos  el
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