Page 80 - La Odisea alt.
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desde  la  línea  de  salida  la  carrera.  Todos  volaban  velozmente  cubriendo  de

               polvo la llanura. De ellos fue el mejor con mucho en correr el irreprochable
               Gitaneo. Cuanto en un campo de arado aventaja una de las mulas a la otra,
               tanto les iba destacado del pelotón al llegar a la meta, y los otros quedaron
               atrás. Otros probaron la dolorosa lucha libre, y en ella venció a su vez Euríalo
               a todos los mejores. En salto quedó muy aventajado sobre todos Anfíalo. Con

               el disco en cambio entre todos fue mucho mejor Elatreo. Y por sus puños a su
               vez lo fue Laodamante, el valeroso hijo de Alcínoo.

                   Cuando ya todos hubieron regocijado su ánimo con los juegos, entre ellos
               tomó la palabra Laodamante, hijo de Alcínoo:

                   «Atended, amigos. Preguntemos al huésped si conoce algún deporte y lo ha
               practicado. Pues no tiene despreciable apariencia, por sus muslos, sus piernas,
               sus hombros y brazos, y su robusto cuello parece de gran vigor. No le falta
               juventud, si bien está quebrantado por muchos rigores. Porque yo, en efecto,

               os aseguro que no hay cosa alguna más perniciosa que el mar para arruinar a
               un hombre, por muy fuerte que sea».

                   A él entonces le respondió Euríalo y habló:

                   «Laodamante,  con  muy  buen  tino  has  dicho  esa  opinión.  Ve  tú  mismo
               ahora a invitarle y razónale tu propuesta».

                   Al  punto,  una  vez  lo  hubo  oído,  el  valeroso  hijo  de  Alcínoo  avanzó,  se

               detuvo en el medio, y dijo a Odiseo:

                   «Ven aquí también tú, padre huésped, a actuar en los juegos, si acaso has
               practicado  alguno.  Es  natural  que  tú  sepas  de  ellos.  Pues  no  hay  timbre  de
               gloria mayor para un hombre mientras vive que aquello que logra con sus pies
               o sus propias manos. Conque ¡venga!, haz un intento, y aparta las penas de tu
               ánimo. Tu regreso ya no se pospondrá largo tiempo, sino que para ti hay ya
               una nave preparada y dispuestos están tus compañeros».


                   Contestándole habló el muy sagaz Odiseo:

                   «Laodamante, ¿por qué me incitáis en son de burla? Más me asaltan en mi
               mente las penas que los juegos, que antes muy mucho sufrí y mucho soporté, y
               ahora yazgo en vuestra plaza ansioso del regreso, suplicando al rey y a todo el
               pueblo».

                   Le replicó entonces Euríalo y le injurió frente a frente:


                   «No te encuentro, no, extranjero, semejante a una persona adiestrada en los
               juegos que suelen practicarse a menudo entre hombres, sino a uno de esos que
               van y vienen con su barco de muchos remeros, un capitán de marineros que
               son mercaderes, patrón de su carga y que vela por sus ganancias del viaje y el
               botín de sus saqueos. En nada te pareces a un atleta».
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