Page 60 - La Odisea alt.
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acabar contigo ahora, por muy enfurecido que esté. Así que actúa del modo
               siguiente,  ya  que  me  pareces  inteligente.  Quítate  esas  ropas  y  abandona  la
               balsa a que se la lleven los vientos, y nadando con tus brazos esfuérzate en
               regresar a la tierra de los feacios, donde es tu destino que consigas salvarte.
               Toma este velo divino para que lo extiendas bajo tu pecho, y no temas sufrir
               nada ni morir.

                   »Mas en cuanto arribes con tus brazos a la tierra firme, suéltalo y lánzalo

               de nuevo al vinoso ponto bien lejos de la tierra, y ponte de espaldas al tirarlo
               hacia atrás».

                   Apenas hubo dicho esto, la diosa le entregó el velo, y ella se sumergió en
               el  tempestuoso  mar  semejante  a  una  gaviota,  y  una  negra  ola  la  cubrió.  Se
               quedó entonces indeciso el divino y muy sufrido Odiseo, y dijo, abatido, a su
               magnánimo corazón:


                   «¡Ay de mí! Temo que otra vez alguno de los dioses ande tramando contra
               mí una trampa, cuando ahora me incita a abandonar la almadía. Pues bien, aún
               no voy a obedecerle, porque con mis ojos he visto remota la tierra en donde
               dijo  que  encontraré  refugio.  Conque  actuaré  del  siguiente  modo,  que  me
               parece  que  es  lo  mejor:  mientras  los  troncos  se  mantengan  ajustados  en  su
               ensamblaje,  entre  tanto  me  quedaré  aquí  soportando  estos  tormentos;  y  si
               luego el oleaje descuartiza la balsa, me echaré a nadar, ya que no está a mi

               alcance prever algo mejor».

                   Mientras  que  esto  él  meditaba  en  su  mente  y  su  ánimo,  alzó  Poseidón
               Sacudidor  de  la  tierra  una  gigantesca  ola,  enorme  y  espantosa,  pronta  a
               deslomarse, y la lanzó contra él. Como el viento embravecido desparrama un
               montón de pajas secas, y las dispersa por todos lados, así la ola desparramó los
               maderos de la almadía. Pero Odiseo se asió a uno, encaramándose como sobre

               un potro de carreras, y allí se despojó de las ropas que le había ofrecido la
               divina Calipso. En seguida extendió el velo bajo su pecho, y se zambulló de
               cabeza al mar poniendo por delante sus manos, dispuesto a nadar.

                   Le vio el poderoso Sacudidor de la tierra, y moviendo su cabeza dijo para
               sí mismo:

                   «¡Así ahora, tras sufrir muchos daños, vaga a la deriva por el mar, hasta

               que consigas juntarte con humanos del linaje de Zeus! Mas ni aun así confío
               en que quedes saciado de desgracia».

                   Diciendo esto azuzó a sus caballos de hermosas crines, y se fue a Egas,
               donde tiene un famoso palacio.

                   Pero  Atenea,  la  hija  de  Zeus,  maquinó  otra  cosa.  Entonces  detuvo  los
               embates de los demás vientos y a todos los mandó cesar y tumbarse; impulsó
               al impetuoso Bóreas y ante él abatió las olas, hasta que se encontrara entre los
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