Page 57 - La Odisea alt.
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Tras de hablar así echó a andar ágilmente la divina entre las diosas, y
Odiseo al punto caminaba tras los pasos de Calipso. Llegaron a la cóncava
cueva la diosa y el humano. Allí él se colocó en el asiento del que se había
levantado Hermes, y la ninfa dispuso a su alcance todo tipo de comida para
que comiera y bebiera lo que comen y beben los mortales. Ella se sentó
enfrente del divino Odiseo, y para ella trajeron las sirvientas ambrosía y
néctar. Tendieron ambos sus manos sobre los manjares preparados extendidos
delante. Luego, una vez que se hubieron saciado de comida y bebida, comenzó
la charla Calipso, la divina entre las diosas:
«Laertíada de linaje divino, Odiseo de muchos recursos, ¿conque ya ahora,
enseguida, quieres marcharte a tu querida tierra patria? Que te vaya bien, aun
así. Mas si supieras en tu mente cuantos rigores es tu destino soportar antes de
regresar a tu tierra patria, quedándote acá conmigo guardarías esta casa y
serías inmortal, aunque añoraras contemplar a tu esposa, a la que anhelas de
continuo todos los días. Me jacto, desde luego, de que no soy inferior a ella, ni
en figura ni en talle, porque de ningún modo es normal que las mortales
rivalicen en figura ni belleza con las inmortales».
Contestándole a ella le dijo el muy astuto Odiseo:
«Diosa soberana, no te enfurezcas conmigo por eso. Sé también yo muy
claro todo esto: que la prudente Penélope es inferior a ti en belleza y en figura
al contemplarla cara a cara, y ella es mortal, y tú inmortal e inmune a la vejez.
Pero aun así quiero y anhelo todos los días llegar a mi casa y conocer el día
del regreso. Si alguno de los dioses me ataca de nuevo en la vinosa alta mar, lo
soportaré con un corazón sufridor en mi pecho. Pues ya muy numerosos
pesares pené y aguanté en medio de las olas y de la guerra. Que ahora se añada
éste a aquéllos».
Así habló. Luego se sumergió el sol y llegó la tiniebla. Retirándose ambos
al fondo de la cóncava gruta gozaron del trato amoroso, acostándose juntos.
En cuanto apareció nacida al alba la Aurora de rosáceos dedos, al momento
Odiseo se vistió la túnica y el manto, mientras que la ninfa se ponía una
amplia vestidura de un blanco brillante, suave y graciosa, y en torno al talle se
ajustó un hermoso cinturón de oro, y un velo sobre su cabeza. Y al momento
se ocupaba del viaje del magnánimo Odiseo. Le entregó una gran hacha,
adecuada a sus manos, de bronce, afilada por ambos lados. Tenía un excelente
mango de olivo, bien ajustado. Le dio también una azuela bien pulida. Y le
guio en su camino hasta el extremo de la isla, donde habían crecido altos
árboles, el aliso y el álamo y el abeto que se alarga hasta el cielo, resecos
desde antaño y de dura corteza, que podían flotar ligeros.
Marchó a su casa ella, Calipso, divina entre las diosas, mientras él talaba
los maderos. Presurosamente concluyó su trabajo. Derribó veinte en total, y