Page 44 - La Odisea alt.
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priva de mi viaje, y cómo he de lograr mi regreso por la mar rica en peces”.

                   »Así le hablé, y él, respondiéndome al punto, me dijo:

                   »“Pues  es  que  debías  haber  hecho  cumplidos  sacrificios  a  Zeus  y  a  los
               demás dioses antes de embarcarte, a fin de que lo más pronto posible llegaras
               a tu patria navegando por el vinoso mar. Porque ahora tu destino es no ver a
               tus parientes ni arribar a tu bien edificada mansión y a tu querida tierra patria,

               hasta que de nuevo arribes al sagrado curso del Egipto, río nacido del cielo, y
               allá hagas sacrificios con una hecatombe consagrada a los dioses inmortales
               que habitan el anchuroso cielo. Y entonces te franquearán los dioses la ruta
               que tú anhelas”.

                   »De tal modo habló, y a mí se me estremeció el corazón, ya que otra vez
               me instaba a cruzar el tenebroso ponto hacia Egipto en un itinerario largo y
               penoso. Pero, con todo, respondiendo a sus palabras, le dije:

                   »“Esto lo voy a realizar tal como tú, anciano, me aconsejas. Mas ahora,

               dime, y refiéremelo con toda franqueza, si con sus naves volvieron sanos y
               salvos  todos  los  aqueos  a  los  que  Néstor  y  yo  dejamos  atrás  al  regresar  de
               Troya, o si alguno pereció en amarga muerte en su nave o ya en brazos de los
               suyos, tras de haber combatido en la guerra”.

                   »Así hablé. Y, al momento, él contestándome dijo:

                   »“Atrida, ¿para qué me lo preguntas? No es oportuno que tú conozcas eso

               ni que te enteres de mi saber. Te aseguro que no has de tardar en sollozar en
               cuanto te informes bien de todo ello. Pues muchos de ésos cayeron, y muchos
               se  quedaron  atrás.  Pero  sólo  dos  jefes  de  los  aqueos  de  broncíneas  túnicas
               perecieron en el regreso. En la contienda ya tú estuviste presente. Y, por otra
               parte, uno aún vivo está retenido en algún lugar en el anchuroso ponto.

                   »Ayante  sucumbió  junto  con  sus  naves  de  largos  remos.  Al  comienzo

               Poseidón lo precipitó sobre las grandes rocas de Giras y lo puso a salvo del
               mar. Y allá habría escapado a la muerte, aunque le era odioso a Atenea, de no
               haber  proferido  una  frase  de  desaforada  soberbia  y  haber  desvariado  en
               exceso. Se jactó de que en contra de la voluntad de los dioses escapaba del
               gran  abismo  marino.  Y  le  oyó  Poseidón  cuando  de  ese  modo  tanto  se
               envanecía. Al instante, blandiendo en sus robustas manos el tridente, golpeó la
               roca  Girea  y  la  partió  en  dos.  Y  de  los  fragmentos  el  uno  quedó  allí  y  se

               hundió en el mar el otro, en el que se encontraba Ayante en el momento de su
               gran  desvarío.  Y  lo  arrastró  al  fondo  del  inmenso  mar  embravecido.  De  tal
               modo murió entonces éste, pues se ahogó en el salado oleaje.

                   »Pero  tu  hermano  escapó  y  logró  evitar,  entonces,  a  las  Parcas,  en  sus
               ligeras naves. Le puso a salvo la soberana Hera. No obstante, cuando ya iba a
               doblar el escarpado promontorio de Maleas, allí le arrebató una tempestad y le
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