Page 32 - La Odisea alt.
P. 32

El anciano conductor de carros, Néstor, dio el oro. Aquél lo preparó y lo
               derramó en torno de los cuernos de la vaca, para que se regocijara la diosa
               viendo  la  ofrenda.  Traían  a  la  novilla  por  los  cuernos  Estratio  y  el  divino
               Equefrón.  Acudió  Areto  con  el  aguamanos  que  traía  de  su  aposento  en  un
               cántaro  floreado,  y  en  la  otra  mano  llevaba  las  molas  de  cebada  en  un
               canastillo.  Empuñando  el  hacha  afilada  a  su  lado  se  colocó  Trasimedes,  el

               firme en el combate, para asestar el golpe a la vaca. Perseo sostenía el vaso
               para  la  sangre.  Y  el  anciano  conductor  de  carros,  Néstor,  comenzó  las
               libaciones  y  a  esparcir  la  cebada,  y  con  fervor  suplicó  a  Atenea,  en  el  rito
               preliminar, echando al fuego crines de la testuz.

                   Luego, cuando ya hubo orado y esparcido las molas, el hijo de Néstor, el
               muy brioso Trasimedes, que estaba al lado, asestó el golpe. El hacha segó los

               tendones del cuello y quebró el vigor de la vaca. Alzaron el grito ritual las
               hijas, las nueras y la venerable esposa de Néstor, Eurídice, la mayor de las
               hijas de Clímenes.

                   Enseguida algunos levantaron de la tierra de vastos caminos al animal y lo
               degolló Pisístrato, capitán de guerreros. Una vez que manó su negra sangre y
               su  ánimo  abandonó  los  huesos,  al  momento  lo  descuartizaron,  le  cortaron
               luego los muslos, todo según el rito, los recubrieron de grasa untándolos por

               ambos lados y sobre éstos colocaron carnes.

                   Sobre  las  brasas  los  empezó  a  quemar  el  anciano,  y  derramaba  las
               libaciones  de  vino  rojo.  Junto  a  él  los  jóvenes  sostenían  en  sus  manos  los
               asadores de cinco puntas. En cuanto los muslos se hubieron quemado y ellos
               gustaron las entrañas, trocearon el resto y lo ensartaron en los espetones, y lo
               asaban sosteniendo en sus manos los asadores puntiagudos.

                   En tanto dio un baño a Telémaco la hermosa Policasta, la hija más joven

               del  Neleíada  Néstor.  Después  de  haberlo  bañado  y  ungido  suavemente  con
               aceite, le cubrió con un bello manto y una túnica, y él salió de la bañera con un
               aspecto semejante al de los dioses. Al punto fue y se sentó al lado de Néstor,
               pastor de pueblos.

                   Luego  que  ellos  hubieron  asado  las  carnes  y  las  apartaron  del  fuego,  se
               sentaron a comer. Nobles varones se erguían para escanciar el vino en áureas
               copas. Más tarde, cuando colmaron su apetito de bebida y comida, tomó la

               palabra entre ellos el caballero de Gerenia, Néstor:

                   «¡Hijos  míos,  venga,  aportad  para  Telémaco  unos  caballos  de  hermosas
               crines y uncidlos a un carro, para que hagan el viaje!».

                   Así dijo. Ellos le oyeron y obedecieron sin demora. A toda prisa uncieron
               al  carro  los  veloces  caballos.  Sobre  él  colocó  la  despensera  trigo  y  vino  y
               provisiones cuales suelen comer los reyes de divina crianza. Telémaco subió al
   27   28   29   30   31   32   33   34   35   36   37