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hijo de Odiseo. Luego que se asaron las carnes de por encima y las hubieron
apartado del fuego, hicieron las partes y celebraron el muy famoso banquete.
Más tarde, cuando ya hubieron saciado su apetito de bebida y comida,
empezó a hablarles el caballero de Gerenia, Néstor:
«Ahora ya, cuando se han saciado de alimento, es mejor momento para
charlar y preguntar a nuestros huéspedes quiénes son. ¿Quiénes sois,
forasteros? ¿Desde dónde navegáis los líquidos senderos? ¿Es en pos de
alguna empresa o andáis vagando sin rumbo por el mar, como piratas que
vagan exponiendo sus vidas y llevando consigo la ruina a otras gentes?».
A él le contestó, a su vez, el sagaz Telémaco, animoso. Pues la misma
Atenea le había infundido ánimos en su interior, a fin de que le interrogara
sobre su padre ausente, y que cobrara luego noble fama entre los humanos.
«¡Oh Néstor, hijo de Neleo, gran gloria de los aqueos! Nos preguntas que
de dónde somos. Yo te lo diré con precisión.
»Nosotros hemos venido de Ítaca, al pie del Neyo. Nuestra empresa, que
voy a decirte, no es comunitaria, sino privada. Voy en pos del amplio
renombre de mi padre, por si en algún lugar oigo hablar de él, del muy sufrido,
divino Odiseo, quien dicen que combatiendo a tu lado conquistó la ciudad de
los troyanos. Que de todos los demás que en Troya pelearon hemos sabido en
dónde pereció cada uno con cruel muerte, pero a él le impuso un ignoto final
el hijo de Crono. Nadie puede, en efecto, contarnos de plano dónde ha
perecido, si en tierra firme fue derrotado por hostiles guerreros o si acaso
quedó en el mar bajo el oleaje de Anfitrite.
»Por esta causa llego ahora suplicante a tus rodillas, por si quisieras
referirme la triste perdición de aquél, si en alguna parte la viste con tus propios
ojos, o si oíste el relato de algún otro viajero. ¡Pues muy digno de lástima le
dio a luz su madre! Y no me lo endulces por decoro ni por compasión, sino
que cuéntamelo bien a fondo, cómo te encontraste con tal noticia. Te lo
suplico, si es que alguna vez mi padre, el noble Odiseo, cumplió por entero la
palabra o el gesto que hizo como promesa en el país de los troyanos, donde
padecisteis pesares los aqueos. Recuérdalo ahora en mi favor y dime la
verdad».
Le respondió luego el caballero de Gerenia, Néstor:
«¡Ah, amigo, cómo a fondo me has rememorado el quebranto que en aquel
país sufrimos los hijos de los aqueos, incontenibles en valentía, ya cuando en
las naves sobre el brumoso mar navegábamos en busca de botín por donde nos
llevaba Aquiles, ya todas las veces que en torno a la gran ciudadela del
soberano Príamo combatíamos! ¡Allí cayeron muertos los mejores caudillos!
Allá yace el belicoso Ayante, allá Aquiles, allá Patroclo, consejero comparable