Page 20 - La Odisea alt.
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tiene tan enorme ansia. O más, quiere llegarse hasta Efira, tierra exuberante,
               para proveerse allí de venenos mortíferos y los va a echar en una crátera y nos
               destruirá a todos nosotros».

                   Y otro por otro lado de los jóvenes jactanciosos comentaba:

                   «¿Quién  sabe  si,  marchando  en  su  cóncava  nave,  perecerá  a  lo  lejos,
               errabundo,  como  Odiseo?  Con  eso  aún  más  nos  aumentaría  a  nosotros  la

               faena:  pues  entonces  tendríamos  que  repartirnos  toda  su  hacienda,  y  luego
               entregaríamos la casa a su madre y a quien se case con ella».

                   Así hablaban. Él descendió a la cámara, vasta y de alto techo, de su padre,
               donde se guardaba en montones oro y bronce, y telas en las arcas, y cantidad
               de  aromático  óleo.  Allí  se  encontraban  almacenadas  las  tinajas  de  vino,
               sabroso, de muchos años, que albergaban el divino licor puro, colocadas en
               fila a lo largo del muro, por si alguna vez Odiseo regresaba al hogar, tras sufrir

               muchos pesares. Estaban cerradas las dobles batientes de la puerta firmemente
               ensambladas. Allí velaba noche y día la despensera, que todo custodiaba, con
               la sabiduría de su ingenio, Euriclea, la hija de Ope Pisenórida.

                   A ésta le dijo Telémaco, habiéndola llamado al aposento:

                   «Ama, venga, escánciame en unas jarras un vino dulce, el de mejor sabor
               que haya después del que tú guardas, confiada en el regreso del desventurado,
               por si, de donde sea, vuelve Odiseo, de estirpe divina, escapando a la muerte y

               las  Parcas.  Lléname  doce  y  cúbrelas  con  sus  tapaderas.  Échame  también
               harina  de  trigo  en  unos  pellejos  bien  cosidos.  Que  haya  veinte  medidas  de
               harina fina bien molida. Y que sólo tú quedes enterada.

                   »Tenlo preparado todo junto. Porque al anochecer vendré a recogerlo, en
               cuanto mi madre suba a sus habitaciones y se disponga a acostarse. Que me
               voy  a  Esparta  y  a  la  arenosa  Pilos,  a  informarme  acerca  del  regreso  de  mi
               querido padre, por si algo oigo».


                   Así dijo. Dio un gemido la nodriza Euriclea, y, entre sollozos, le contestó
               aladas palabras:

                   «¿Por qué, hijo querido, te vino a la mente ese propósito? ¿Adónde quieres
               irte por la vasta tierra, tú que eres hijo único y bien amado? Murió él lejos de
               su patria, en un país de gentes ignotas, Odiseo, de divino linaje. Aquí ésos en
               cuanto  tú  te  vayas  maquinarán  daños  futuros,  para  que  mueras  a  traición  y

               ellos se repartan todo lo de aquí. Conque quédate junto a lo tuyo firme. Nada
               te obliga a sufrir penalidades ni a vagar sobre el estéril mar».

                   A ella le contestó el sagaz Telémaco:

                   «Ten confianza, ama, que no sin un dios me vino tal propósito. Júrame sólo
               que no se lo dirás a mi madre querida hasta que pasen diez u once días o ella
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