Page 235 - La Odisea alt.
P. 235
están solos en la puerta delantera. Así que no lancéis todos a la vez las largas
lanzas, sino que, venga, arrojad las picas los seis primeros, a ver si Zeus nos
concede alcanzar a Odiseo y cobrar renombre. De los demás no habremos de
preocuparnos una vez que él caiga».
Así habló. Todos los otros dispararon sus lanzas, según tal consejo,
apuntándole. Pero todas las hizo fallar Atenea. De entre ellos, uno alcanzó la
columna del bien construido salón, y otro la puerta de sólido entablamiento, y
la lanza de otro, pesada por su bronce, cayó sobre el muro. Tras de haber
esquivado las lanzas de los pretendientes, entre ellos tomó la palabra el sufrido
divino Odiseo:
«Amigos, yo os diría que también nosotros disparemos las lanzas sobre el
pelotón de los pretendientes, que están ansiosos de darnos muerte después de
sus anteriores ofensas».
Así dijo, y todos ellos lanzaron sus aguzadas picas apuntando al frente. A
Demoptólemo lo mató Odiseo, a Euríades Telémaco, a Élato el porquerizo, y a
Pisandro el boyero, el pastor de la vacada. Todos ellos a un tiempo mordieron
la tierra infinita, y los pretendientes se retiraron al fondo de la sala. Ellos
avanzaron y recogieron sus lanzas de los cadáveres. De nuevo los
pretendientes lanzaron sus aguzadas picas apuntándoles. Pero todas las hizo
vanas Atenea. De ellos uno había alcanzado la columna del bien construido
salón, otro la clavó en la puerta de recio ensamblaje, y la lanza del otro, pesada
por su bronce, cayó sobre el muro. No obstante, Anfimedonte hirió en la mano
a Telémaco, en la muñeca por encima, y el bronce desgarró la superficie de su
piel. Y Ctesipo rasguñó con su gran lanza el hombro de Eumeo, pasando por
encima del escudo, pero le rozó por encima y cayó a tierra. De nuevo los del
grupo del audaz Odiseo de artera astucia dispararon sus aguzadas lanzas sobre
el pelotón de los pretendientes. Esta vez a Euridamante lo alcanzó Odiseo
destructor de ciudades, a Anfimedonte Telémaco, a Pólibo el porquerizo, y, en
fin, a Ctesipo el boyero, el guardián de la vacada. Éste lo dejó herido en el
pecho y, ufanándose, dijo:
«Hijo de Politerses, amigo de los insultos, ya nunca más a impulsos de tu
necedad vocearás jactancioso, sino que dejarás la palabra a los dioses, que son
en verdad los más poderosos. Recibe este don de hospitalidad a cambio de la
pezuña que enviaste en otra ocasión al divino Odiseo, cuando mendigaba en su
propia casa».
Dijo así el pastor de las vacas de curvos cuernos. Luego Odiseo hirió, de
cerca, al hijo de Damástor, con su larga lanza. Y Telémaco hería a Leócrito
Evenórida con su pica en mitad del vientre, y el bronce lo traspasó. Cayó hacia
adelante y batió el suelo con toda su frente. En tal momento Atenea agitó en lo
alto, desde el techo, su égida mortífera. Se aterrorizaron los ánimos de los